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Voto de Peaky Boy:
8
13 de febrero de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fascinante historia del realizador ruso Andrei Tarkovski, visualmente cautivadora, hipnotizante, nos conseguirá sumergir en las aguas superficiales más siniestras de la segunda guerra mundial. Iván nos arrastrará a su infancia, una infancia que destaca por la ausencia de la misma. Mientras que para un niño de 12 años, supone un divertimiento jugar con espadas de juguete, la realidad de Iván es la de hacer de estratega minucioso, estudiar al milímetro cada movimiento, su alcance y las posibles consecuencias que podría tener.
El ritmo narrativo lento, intercalando largas tomas y primeros planos distorsionados con acciones reales, soñadas o imaginarias, nos permite acompañar, casi de la mano, al protagonista en sus misiones de espionaje contra los nazis.
Precisamente son las secuencias imaginarias las que suavizan la obra y la vuelven terroríficamente llevadera, un sinfín de mensajes ocultos en escenas oníricas y diálogos metafóricos nos permiten, siempre y cuando mostremos predisposición para ello, interpretar el sentido de la misma con mayor o menor severidad.
Primer largometraje de Tarkovski que se ganó el favor de la crítica con su particular visión del bando soviético durante los últimos meses de la resistencia alemana. Ejercicio metafísico centrado, como todas las posteriores películas del ruso, en el protagonismo de una fotografía espectacular, y en el que destaca la sublime interpretación de ese infante, tan tierno y a la vez tan sobrio, que estremece a partes iguales tanto si lanza un beso a su madre, o si hace un juramento de venganza.
Un film de culto a la altura de los grandes.
El ritmo narrativo lento, intercalando largas tomas y primeros planos distorsionados con acciones reales, soñadas o imaginarias, nos permite acompañar, casi de la mano, al protagonista en sus misiones de espionaje contra los nazis.
Precisamente son las secuencias imaginarias las que suavizan la obra y la vuelven terroríficamente llevadera, un sinfín de mensajes ocultos en escenas oníricas y diálogos metafóricos nos permiten, siempre y cuando mostremos predisposición para ello, interpretar el sentido de la misma con mayor o menor severidad.
Primer largometraje de Tarkovski que se ganó el favor de la crítica con su particular visión del bando soviético durante los últimos meses de la resistencia alemana. Ejercicio metafísico centrado, como todas las posteriores películas del ruso, en el protagonismo de una fotografía espectacular, y en el que destaca la sublime interpretación de ese infante, tan tierno y a la vez tan sobrio, que estremece a partes iguales tanto si lanza un beso a su madre, o si hace un juramento de venganza.
Un film de culto a la altura de los grandes.