La tercera entrega de Solo en casa tuvo el gran inconveniente de tener que hacer frente a la ausencia de Macaulay Culkin, la gran estrella de las dos anteriores. Para ello, John Hughes (guionista y productor) pensó que bastaría con explotar al máximo lo que más gustó de las dos primeras películas: los porrazos.

Raja Gosnell, director que ha recibido millones de críticas en su carrera por películas como Un chihuahua en Beverly Hills, Scooby-Doo o Los pitufos, a mí es un tipo que no me disgusta del todo. Salvo en Los pitufos, creo que el tipo sabe hacer cine familiar bastante entretenido y es eso lo que se pide de él, así que veo absurdo que se le tache de simplón. Sin embargo, Gosnell debutaba en la dirección con la tercera entrega de una saga que había perdido a su estrella y a la que el productor y guionista, John Hugues, quería seguir sacando partido. Hugues pensó que ya que no tenía a Culkin, había que aumentar el número de villanos y hacerlos más peligrosos para así, de rebote, convertir al nuevo protagonista en un chico más "impresionante" que el anterior. El resultado es una auténtica calamidad. El punto de partida es totalmente absurdo pero es que luego, el desarrollo, se hunde todavía más en el fango. Si bien es cierto que las dos primeras de Solo en casa no poseían una trama demasiado interesante (ninguna película de John Hughes la tiene), es de rigor reconocer que tenían su cosa. Aquí, entre la evidente inaptitud de Hughes y el pobre trabajo de Gosnell obtenemos un resultado nefasto.

Alex D. Linz toma el relevo de Culkin. Está mal criticar a los niños, pero es que el chaval no da pie con bola en toda la película y, si esto es una crítica, lo suyo es hablar de todo un poco. Aleksander Krupa, actor aficionado a los papeles de villano sin demasiado peso en películas de escasa calidad, encabeza a los cuatro tonto-villanos con un trabajo poco acertado, al igual que el de David Thornton (AKA marido de Cindy Lauper). Más acertada está Rya Kihlstedt, aunque tampoco es para echar cohetes. El mejor del cuarteto es Lenny von Dohlen, tal vez por protagonizar varios de los mejores momentos. Haviland Morris, madre amantísima tan surrealista como su predecesora en dicho rol, tampoco contribuye demasiado. Por último, destacar la aparición de una jovencísima Scarlett Johansson.

Resumiendo, que es gerundio: Solo en casa 3 es otro ejemplo más, el enésimo, de esa avaricia tan clásica de los productores hollywoodienses. Un intento desesperado de no soltar la gallina de los huevos de oro que, en este caso, no solo no consigue su objetivo sino que además ensucia el nombre de dos clásicos de los 90.