Los chicos del maíz adapta un relato del archiconocido Stephen King y lo hace con una película de serie B en estado puro con todos los ingredientes del género.

Fritz Kiersch debutó con esta mítica y, por momentos, gran película. Su trabajo es aceptable en lo referente a crear tensión, pues mete bien la banda sonora y juega bien con la cámara para dar esa ambientación tan particular a la película, pero a veces esa misma búsqueda de tensarlo todo al máximo, hace que se rompa la cuerda y que el espectador se salga de la película, ya que para mantener a la gente en vilo, Kiersch se permite unas licencias que no pueden ser aprobadas, como hacer desaparecer a los personajes en busca de una escena más efectista que efectiva. El guion juega bastante bien con el hecho de hacer que los villanos sean unos niños, con los riesgos de caer en el ridículo que eso conlleva. Los exteriores están bien encontrados y el montaje consigue unificar a unos con otros de forma que se hace creíble pensar que todo sucede en el mismo lugar.

Linda Hamilton está bastante correcta, aunque no es la mejor scream queen de la historia. Peter Horton es un muy digno actor de serie B, bastante por encima de la media del género. John Franklin representa a un villano realmente aterrador (dentro de sus posibilidades) y se desenvuelve bien en su personaje. El contrapunto a los tres ya nombrados, encontramos a Courtney Gains, del que me atrevo a decir que realiza la peor interpretación que he visto jamás de los jamases. La joven Anne Marie McEvoy realiza una buena labor, muy dulce.

Resumiendo, que es gerundio: vista ahora es una mierda como un piano, pero hay que tener en cuenta el concepto del terror de los 80 y las posibilidades económicas de la producción. A mí de pequeño me acojonaba muchísimo esta película (la saga entera, a decir verdad) y ahora disfruto mucho de su visionada. No recomendada para todos los públicos, pero no por ser violenta, sino por su particular estilo.