Secuela de la apestosa adaptación del mítico videojuego Mortal Kombat. Repite fórmula y, obviamente, repite fracaso.

John Leonetti es el encargado en este caso de dirigir. Leonetti consigue lo que parecía imposible: hacer que la labor de Paul W.S. Anderson con la primera parezca casi normal. Leonetti es un tarugo y creo que en eso hay unanimidad. El personaje ha dirigido la película que nos ocupa y la secuela de una obra maestra como es El efecto mariposa, siendo capaz en aquella ocasión de convertir una buena idea en una gilipollez. El guión es absurdo hasta decir basta, propio de la Serie B más casposa que verse pueda, y tiene la osadía de intentar meter giros en plan "miraquechachisquesomos" que no tienen absolutamente nada que ver con la historia real del juego. ¿Sabéis esos directores que, rodando una pelea, hacen que los luchadores dejen de pelear para decir: "vas a morir"? Pues Leonetti es de esos. Capaz de meterle un primer plano a cualquiera cuando menos te lo esperas para que diga alguna memez, y el tío tan orgulloso. Patético.

Robin Shou sigue pensando que está convirtiéndose en ídolo de las mozas y sigue haciendo el payaso ante la cámara. No sé si alguien le ha dicho que es en una película o el hombre está ahora en su casa contando, botella de whisky en mano, que luchó contra unos seres increíbles. James Remar sustituye a Christopher Lambert y por ahí mejora un poco la cosa, aunque no demasiado. Remar es un actor con cierta reputación, aunque parece que las películas de Mortal Kombat tienen la capacidad de cargarse lo que sea. Talisa Soto vuelve a pasear curvas e inexpresividad por la pantalla, sin dar nada más que eso. Brian Thompson, como Talisa Soto pero sin las curvas. Lynn Red Williams interpreta a un personaje que está cerca de implosionar debido a la cantidad de estereotipos que acumula, y el mega-cachas ayuda más bien poco a deshacerse de ellos.

Resumiendo, que es gerundio: Mortal Kombat: Aniquilación es una castaña tremenda. Con la misma calidad artística que una presentadora de telediario de una tele local y con una inventiva técnica a la altura de los Power Rangers, pasa a formar parte de las películas que jamás debieron rodarse y que deberían ser condenadas a desaparecer junto a todos sus responsables.