Es obligatorio decir que tiene sus virtudes, que es poderosa en cuanto a su imagen y la interpretación de la pequeña Quvenzhané Wallis es magnífica (nomida al Oscar). Pero es un tipo de cine que no va a gustar a todo el mundo, no en vano en Sundance se llevó el premio a mejor película y el de fotografía, que hay que decirlo, es estupenda. Pero lo que cuenta... No sé yo, porque te sitúa en una especie de distopía, aunque no especifica si realmente está situada en la América profunda de EE.UU. o es una civilización diferente a la que conocemos. Es ahí donde comienza ese sendero de dudas a través de sus 90 minutos de metraje, porque se ve a la legua que estos protagonistas son algo más que rurales, analfabetos, que tratan de huir de la civilización, que es el mal visto por ellos. Y llega el final y no sabes bien hacia dónde ha ido.
Es una película en momentos exacerbada, pero también tiene partes de sosiego entre tanto alboroto, algarabía y sinsentidos. Se pierde en partes de metafísica contada por paletos y posee imágenes de crudeza que no gustará a muchos espectadores, sordidez que a veces no viene a cuenta, pero que el novel director quiere meter entre momentos de idilio imaginario.
Para mi gusto, sólo merece la pena por la interpretación de la joven Quvenzhané Wallis.