Después del fiasco que supuso La amenaza fantasma, George Lucas intentó redimirse con esta segunda entrega de la saga galáctica, que prometía más acción, más romance y más efectos especiales. Sin embargo, lo que nos entregó fue una película larga, aburrida y pobre, que no hace justicia al espíritu de Star Wars.

La trama se sitúa diez años después de los sucesos de la primera película, cuando la República se enfrenta a una amenaza separatista liderada por el Conde Dooku, un antiguo Jedi que se ha pasado al lado oscuro. Mientras tanto, el joven Anakin Skywalker, que ya no es un niño repelente sino un adolescente rebelde, se enamora de la senadora Padmé Amidala, que está en peligro de muerte por los ataques de los separatistas. Obi-Wan Kenobi, el maestro de Anakin, se dedica a investigar el origen de un misterioso ejército de clones que podría cambiar el destino de la galaxia.

La película tiene varios problemas que la hacen fallar como espectáculo. El primero es el guion, que está lleno de diálogos ridículos, escenas innecesarias y subtramas que no aportan nada. El segundo es la dirección, que no consigue darle ritmo ni emoción a la historia, y que abusa de los efectos digitales, que no siempre son convincentes. El tercero es la interpretación, que es plana y forzada, sobre todo en el caso de los protagonistas, que no tienen química ni carisma.

Hay algunos momentos que se salvan, como la escena del coliseo, donde vemos a varios Jedi luchar contra unas bestias alienígenas, o el duelo final entre Yoda y Dooku, que aunque es un poco ridículo, tiene su gracia. Pero en general, la película es una decepción que no satisface ni a los fans ni a los espectadores casuales.

Aunque tiene algunos elementos que se pueden disfrutar, no es una buena película de Star Wars, ni de ciencia ficción, ni de aventuras. Es una película mediocre que se queda a años luz de la trilogía original.