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España España · Noáin
Voto de Alexei:
7
Serie de TV. Documental 6 episodios. Un vistazo a los logros pasados, presentes y futuros del equipo de Walt Disney y de sus numerosos parques de atracciones. (FILMAFFINITY)
19 de mayo de 2020
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este más que notable "documental" acerca de la ingeniería que hay detrás del primer fabricante de entretenimiento masivo del mundo está dirigido por la nieta de Ub Iwerks, creador de Mickey Mouse y habitualmente único animador de sus primeros cortos (se dice que podía parir 700 dibujos diarios bajo el látigo de Walt).

Mediante un uso inteligentísimo de ingentes cantidades de material de archivo (en muchos casos inédito) y un amplio abanico de entrevistas de postín, los seis episodios nos trasladan en orden cronológico al periplo de la compañía en su gesta por monopolizar el imaginario colectivo de las sociedades industriales. Como por arte de "magia", Disney aplana, pavimenta, edifica y colorea el paisaje de ensueño que aquel visionario tenía en mente desde que empezó a hartarse de tener que lidiar con animadores en huelga.

En una de las múltiples grabaciones, el fundador de este imperio barroco y excesivo afirma que para él los largometrajes de animación como Blancanieves eran algo muerto e inerte, cuya realidad ansiaba trasladar a nuestro mundo para transformarla en algo vivo y perdurable. Décadas después sus ingenieros levantan un colosal Árbol de la Vida en el centro de uno de sus parques, hecho completamente de acero, cemento y fibra de vidrio.

Como sus propios allegados y herederos reconocen, Disney vivía con un pie en el pasado y otro en el futuro (puede que por esa razón sintiese que el presente no dejaba de tocarle los huevos), aferrado a las imágenes y ambientes de su infancia al tiempo que deliraba con visiones de ciencia-ficción en las que la tecnología sin freno acabaría por llevar a la sociedad a un paraíso de progreso ilimitado y felicidad perenne (tal vez por ello pasó sus últimos meses de vida viviendo en Main Street, aunque este detalle se omita de la narración). No es casualidad que una frase de Ayn Rand adorne la entrada a EPCOT, la utopia individualista y bien ordenada que pretendía servir de plantilla al conjunto de la civilización.

Y aunque muchas de sus pretensiones se han quedado a medio camino, no se puede negar que el ejército de asalariados y maquinaria de que dispone a día de hoy este conglomerado (cuyos activos sobrepasan el PIB de varios países enteros y cuya influencia es palpable en las legislaciones de otros tantos) ha logrado alterar de manera profunda nuestra visión del mundo y nuestras expectativas vitales. Aunque muchos ya no creemos en la "felicidad" plastificada que pregonan y venden, seguimos ansiando el Edén prometido y estamos dispuestos a pagar lo que sea por una entrada a ese recinto masificado y postizo (que no escatima a la hora de falsificar entornos, nótese el esfuerzo puesto en simular una aldea africana "sin recursos" en el parque zoológico añadiendo todas las capas de pintura de envejecimiento y suciedad necesarias y recurriendo exactamente a lo contrario a la hora de representar la edad dorada de América). Porque una vez traspasado el umbral, tenemos a nuestra disposición a un rebaño de sirvientes sonrientes que nos cantan y nos invitan a un colorido festín como el que Lumiere y los demás criados del castillo obsequiaban a Bella por su cara bonita.

Y mientras el mundo real se desmorona fuera de esos muros de fantasía, un montón de disfraces afelpados, montañas rusas, animatronics, hologramas y fuegos artificiales nos protegen de terremotos, hambrunas y epidemias. Aunque el aforo sea limitado no hay de qué preocuparse, pues estas arcas de salvación llegan ya a (casi) todos los continentes y su mensaje ha alcanzado cada rincón (desarrollado) del globo, tamizando las culturas y valores locales en una versión mejorada y aumentada de perpetuo escapismo edulcorado. Eso sí, aunque se invite al público a comportarse como niños malcriados, sepa que los propios empresarios tras la cortina piensan que es usted una insaciable y exigente máquina de engullir experiencias cuya voracidad ha de ser apaciguada y alimentada simultáneamente.

Por lo demás, un documental más relevante de lo que parece, puesto que sirve de testimonio y documento histórico a la ideología sobre la que se levanta USA y que nos ha llevado a las circunstancias actuales. Lo único achacable al margen de su evidente distorsión de los hechos en pos de una versión amable de lo sucedido, es que en su último episodio se abandona por completo al publi-reportaje y se limita a exhibir la colección de propiedades intelectuales que la compañía acumula a día de hoy. La creatividad e innovación de que alardean constantemente queda sometida a las modas del momento dictadas por la métrica de las redes sociales (a saber si Walt predijo también eso).

P.D. Supongo que en el parque de Shangai no habrá referencia alguna a Winnie-the-Pooh, puesto que Xi Jinping no tolera bromas con su persona a pesar de que, según Bob Iger, sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción al saber que China tendría parque Disney.
Alexei
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