Cada vez más agradezco la comedia. Ese género que debe ser inteligente y mordaz, que no debe tener vergüenza ni tampoco darla, ese género que exige un esfuerzo colosal a los remitentes pero ninguno, o casi ninguno, a los destinatarios. Todo ello no hace otra cosa que constatar que la mayoría de cintas que se autodefinen como comedias no lo son, porque no hay género más pervertido por la mediocridad y la ignominia que este.

"La familia Addams. La tradición continúa" es comedia pura y dura. A base de unos chispazos gloriosos por parte del guión y alguna que otra escena más visual, la película es una sucesión de humor negro deslumbrante. Los miembros de la familia ya eran lo suficientemente cómicos en la primera parte y aquí se agarran a lo mejor de cada uno para crecer y crecer, además de gozar de la incorporación de unos secundarios que sólo suman. El más encomiable, sin duda alguna, es el hipnótico personaje de Joan Cusack (ojalá lo hubiese hecho Goldie Hawn, la mejor actriz cómica), que viene a confirmar que, de gente chalada y malvada, la hay también dentro de lo que se puede considerar como una persona normal, al menos a simple vista.

Es vergonzoso que esta película, que dura hora y media, es rapidísima y pone toda la carne en el asador para ofrecer lo máximo en tan poco tiempo tenga una nota tan baja. Más triste es saber que tiene esa nota porque es una comedia, género desdeñado desde tiempos inmemoriales, a no ser que hablemos de Billy Wilder, Charles Chaplin o los Monty Python.