Entiendo que los cerebros de Ryan y Brad empiecen a estar secos. Hace temporadas que venimos observando una decrepitud creativa, por la que no encuentran forma humana de alargar las idas de olla que se les ocurren. Si yo lo entiendo, pero la solución es hacer temporadas más cortas, no arrejuntar dos en una sin ton ni son. Semejante bandazo a mitad de temporada queda ridículo porque: primero y fundamental, no tiene sentido; y, segundo y tristísimo, porque sabemos que es porque no saben cómo alargar el tema. Y es una pena porque ambos temas son interesantes, con premisas estimulantes e ideas perfectas para protagonizar "American Horror Story". El desarrollo ya tal...

De la primera parte (Red Tide). He llegado a sospechar que se trata de un auto-homenaje. Parece que los propios Murphy y Falchuk consiguieron esas pastillas para el talento, gracias a las que crearon las primeras temporadas, y de un tiempo para acá están bebiendo sangre, intentando exprimir los restos de su genialidad. Dicho esto, estamos ante de uno de los mejores comienzos de la serie, uno que logró darme miedo y hacerme entrar de lleno en la historia. Ayudaron a ello la atmósfera malsana de Provincetown, la idea primigenia, el protagonismo de Finn Wittrock y las apariciones de Evan Peters y Frances Conroy como los eruditos de Broadway y su continuo desprecio a Hollywood, encarnado por Leslie Grossman, la cuarta pata del banco interpretativo.

De la segunda parte (Death Valley). Superado el choque inicial de ver que todo ha cambiado (creí firmemente que me había equivocado de serie), valoro la valentía de ponerlo todo patas arriba, más aún cuando ese todo es parte de lo más sagrado de Estados Unidos. Y aquí pillan todos: los políticos, con nombres y apellidos, quedan como unos peleles; mientras a la sociedad en su conjunto se la deja de pobre ilusa. A su vez, esta parte posee una subtrama que, sólo en su inicio, también tiene su gracia. A excepción de las dos chicas jóvenes, el reparto también brilla, especialmente Neal McDonough, Craig Sheffer, Nico Greetham, Isaac Cole Powell y (repite) Leslie Grossman, que se postula como la sustituta de Jessica Lange. El problema es el de siempre: que se les va demasiado la olla y desperdician una idea primigenia brillante en cuatro capítulos insulsos.

A riesgo de sonar contradictorio (siempre me sucede con AHS), el saldo me resulta positivo, no sé muy bien cómo, aunque intentaré hacerlo. Me sigue atrayendo, su rollo y sus actores, y tengo la grata sensación de que casi siempre me encontraré con episodios interesantes, de los que sacaré alguna crítica al sistema y o algo que parezca estar escrito para mí. Si se hubiesen esforzado un poco, y hubiesen separado las dos temporadas, podrían haber quedado dos de las mejores de su historia. Tal y como nos las presentan, las sigo comprando pese a sus múltiples y, cada vez más, insalvables dislates.