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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
9
Drama Acusado del asesinato de su mujer, Andrew Dufresne (Tim Robbins), tras ser condenado a cadena perpetua, es enviado a la cárcel de Shawshank. Con el paso de los años conseguirá ganarse la confianza del director del centro y el respeto de sus compañeros de prisión, especialmente de Red (Morgan Freeman), el jefe de la mafia de los sobornos. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2009
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un viejo, de nombre Brooks, sale de la cárcel como un crío asustado. Lo han institucionalizado después de 50 años a la sombra. Cuando era niño, recuerda, vio un automóvil. Ahora, este maldito mundo se mueve demasiado deprisa. Le cuesta dormir por la noche; sufre pesadillas y siente esa horrible sensación de caer en un profundo abismo sin barrotes a los que agarrarse.

Quizás debería comprarse un revólver y atracar una gasolinera para asegurar su reingreso entre los muros que lo han cobijado. ¿Quién lo echará de menos? ¿Quién va a extrañar a un anciano en libertad condicional? Quizás debería acabar con su anodina vida fuera de la cárcel: su casa.

En fin... ni Tim Robbins, ni su esposa Susan Sarandon se han cortado en denunciar en ocasiones varias el perverso sistema penitenciario norteamericano. Pero en esta entrega y, gracias a la genialidad de Darabont, llegamos al “no va más”.

Ocurre en los grandes dramas carcelarios que la narración se sostiene, casi siempre, sobre una férrea amistad, tan sólida como barrotes de acero, entre una pareja protagonista de actores masculinos soberbios. Así se daba en “La leyenda del Indomable” entre George Kennedy y Paul Newman o en “El hombre de Alcatraz”, entre el recién fallecido Karl Malden y Burt Lancaster.

Esto no resta mérito alguno a la probablemente mejor película sobre penitenciarías que se ha visto en el cine en décadas. Sólo es un recurso del que se ha llegado a abusar. Pero no nos importa. La única razón por la que, personalmente, no le doy el 10 me la guardo en el spoiler.

Lo que nos importa, decía, es que el viejo Freeman (apellido como anillo al dedo: “Hombre Libre”), no se convierta en el viejo Brooks y consiga retirarse a orillas del Pacífico, donde no existe la memoria y donde jamás, tenga que volver a pedir permiso para ir a mear.

Me quedo con:

- Las benditas Rita, Marilyn y Rachel Welch, silentes cómplices de nuestro amigo Robbins.
- Con la cerveza y el sol a la espalda, cuando uno se siente como alquitranando los tejados de su propia casa, en lugar de recubrir el techo de una prisión.
- La narración, solemne, en off de Freeman, que siempre consigue conmovernos y señalar qué es lo justo, qué es lo injusto y dónde está la verdad. Sí. Parece que hablara Dios.
- Las enormes interpretaciones, especialmente de Morgan Freeman, taciturna de Tim Robbins y de todo el elenco de secundarios.
- Con la trama, el golpe maestro de nuestro protagonista y las oportunidades que siempre brinda México a los hombres libres.
- Con aquello de que algún día recogerás lo que siembras...
- Con la inocencia de los veteranos reos (y de los espectadores), que se preguntan al principio sobre Tim: ¿lo hará para ganarse el favor de los presos o de los celadores?

No. Lo hace sencillamente porque algunos pájaros no pueden ser enjaulados.

- Y con el genial desenlace.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Valkiria
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