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Voto de Miquel:
8
7,8
16.943
Drama
Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
28 de marzo de 2009
71 de 74 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de las películas más conocidas y personales de Luchino Visconti (1906-76). El guión, de Suso Cecchi d’Amico, Pasquale Campanile Festa, Enrico Mendioli, Massimo Franciosa y Visconti, adapta la novela “El gatopardo” (1959), de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, príncipe de Lampedusa, escrito a partir de recuerdos de su bisabuelo, Giulio IV di Lampedusa. Se rueda en escenarios reales de Sicilia y Roma. Nominado a un Oscar (vestuario), gana la Palma de oro (Cannes). Producido por Goffredo Lombardo para Titanus (Roma) y Nouvelle Pathé (Paris), se estrena el 28-III-1963 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en Sicilia en la residencia familiar de Palermo y en la residencia de verano de los Salina en Donnafugatta, entre mayo de 1860 (desembarco de Garibaldi en Marsala) y septiembre de 1862 (tras la victoria en Aspromonte de las tropas realistas del coronel Pallavicino sobre las revolucionarias de Garibaldi). El príncipe siciliano Fabrizio Salina (Lancaster), consciente de los cambios que se imponen, acepta colaborar con la nueva burguesía, renunciar a algunos privilegios y hacer concesiones. Apoya la participación de su sobrino preferido, Tancredi Falconeri (Delon), en la lucha armada liderada por Garibaldi, su boda con la hija, Angélica (Cardinale), de un alcalde garibaldino enriquecido y sus aspiraciones políticas dentro del nuevo estado. Fabrizio, de 45 años, es orgulloso, pragmático y conciliador. Tancredi "Alfonso", de unos 23 años, es impulsivo, apasionado y ambicioso.
El film suma drama, historia, romance y guerra. Es el octavo largometraje de Visconti (sobre un total de 14), su trabajo de mayor presupuesto y una obra clave dentro de su filmografía. Focaliza la atención en la ocupación de Sicilia por Garibaldi en 1860, la celebración del plebiscito de incorporación al Reino de Piamonte-Cerdeña y la etapa de transición hasta la victoria de Pallavicino sobre Garibaldi en 1862, que afianza la monarquía de Victor Manuel II. Fabrizio Salina encarna en su persona y en la representación que ostenta de la aristocracia, el crepúsculo de una era, el inicio de unos nuevos tiempos, la nostalgia del pasado y la incertidumbre sobre un futuro liberado del absolutismo y asentado sobre los principios del estado constitucional. La frase de Tancredi, repetida varias veces por Fabrizio (“Todo ha de cambiar para que todo siga igual”) se revela como una expresión engañosa. Los propósitos de pacto con la burguesía sobre repartos de influencias y poder no evitarán la marginación de la aristocracia, que se verá desplazada cada vez más del poder real.
El protagonista, inmerso en un drama que comprende, pero que no puede evitar, cae en un estado de desazón e inquietud dominado por las obsesiones de la muerte, el envejecimiento, la pérdida de la juventud y el deterioro del vigor físico y la salud. Cree que los cambios inevitables se demorarán en Sicilia mucho tiempo (100 o más años).
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
La acción dramática tiene lugar en Sicilia en la residencia familiar de Palermo y en la residencia de verano de los Salina en Donnafugatta, entre mayo de 1860 (desembarco de Garibaldi en Marsala) y septiembre de 1862 (tras la victoria en Aspromonte de las tropas realistas del coronel Pallavicino sobre las revolucionarias de Garibaldi). El príncipe siciliano Fabrizio Salina (Lancaster), consciente de los cambios que se imponen, acepta colaborar con la nueva burguesía, renunciar a algunos privilegios y hacer concesiones. Apoya la participación de su sobrino preferido, Tancredi Falconeri (Delon), en la lucha armada liderada por Garibaldi, su boda con la hija, Angélica (Cardinale), de un alcalde garibaldino enriquecido y sus aspiraciones políticas dentro del nuevo estado. Fabrizio, de 45 años, es orgulloso, pragmático y conciliador. Tancredi "Alfonso", de unos 23 años, es impulsivo, apasionado y ambicioso.
El film suma drama, historia, romance y guerra. Es el octavo largometraje de Visconti (sobre un total de 14), su trabajo de mayor presupuesto y una obra clave dentro de su filmografía. Focaliza la atención en la ocupación de Sicilia por Garibaldi en 1860, la celebración del plebiscito de incorporación al Reino de Piamonte-Cerdeña y la etapa de transición hasta la victoria de Pallavicino sobre Garibaldi en 1862, que afianza la monarquía de Victor Manuel II. Fabrizio Salina encarna en su persona y en la representación que ostenta de la aristocracia, el crepúsculo de una era, el inicio de unos nuevos tiempos, la nostalgia del pasado y la incertidumbre sobre un futuro liberado del absolutismo y asentado sobre los principios del estado constitucional. La frase de Tancredi, repetida varias veces por Fabrizio (“Todo ha de cambiar para que todo siga igual”) se revela como una expresión engañosa. Los propósitos de pacto con la burguesía sobre repartos de influencias y poder no evitarán la marginación de la aristocracia, que se verá desplazada cada vez más del poder real.
El protagonista, inmerso en un drama que comprende, pero que no puede evitar, cae en un estado de desazón e inquietud dominado por las obsesiones de la muerte, el envejecimiento, la pérdida de la juventud y el deterioro del vigor físico y la salud. Cree que los cambios inevitables se demorarán en Sicilia mucho tiempo (100 o más años).
(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Su visión pesimista y desesperanzada de Sicilia, los sicilianos, los nuevos burgueses y los antiguos aristócratas, los leopardos y leones (aristócratas) y las hienas y chacales (burgueses), se da acompañada de inseguridades crecientes que ponen en tela de juicio sus opiniones iniciales. De ahí que su estado de ánimo, sometido a tensión e incertidumbre, cada vez más se asemeje al de un gigante que se derrumba.
El film desarrolla dos discursos paralelos: el explícito, que discurre a la vista de todos, edulcorado y plagado de disimulos, y el interior, callado, oculto, silencioso y descarnado. No se expresa con palabras, sólo con gestos casi imperceptibles y referencias ambientales. El baile de despedida antes del regreso a Palermo tiene el valor de última gran celebración social de una era que muere y no volverá. El esplendor de la fiesta destila aires de despedida de los que se van y de bienvenida de los que llegan. La alegría aparente está trucada de melancolía, añoranza y desgarro. Fabrizio constata que su tiempo ha pasado. El deseo que siente por Angélica topa con la barrera de 25 años de separación y con el muro, infranqueable para él, de las diferencias de clase.
Pocas figuras de un aristócrata son tan eminentes como la del Príncipe de Salina en la historia del cine. Pocas figuras como la suya han sabido representar la nostalgia del pasado que se fue, la pena por la juventud perdida, el temor a la muerte y a la vejez inminentes, la desolación por el futuro de olvido que se impone. Visconti volverá a contar con Lancaster en el futuro (“Confidencias”). El tema del temor a la muerte será tratado por Visconti en films posteriores (“Muerte en Venecia”). No volverá sobre el tema de la decadencia, el ocaso, el declive. En el film no se habla de los trabajadores, sólo se les ve en planos rápidos trabajando la tierra. La revolución burguesa del XIX en general y “Il Risorgimento” italiano no cuentan con ellos, los excluyen del poder y de toda consideración relevante.
La música, de Nino Rota, adapta una vieja composición original, realizada durante la IIGM, titulada “Sinfonia sopra una canzone d’amore”, que gustó mucho a Visconti. De carácter sinfónico, contiene cortes adaptados a la acción (“Entrada de Angélica”), retratos personales (“Angélica”) y composiciones singulares (“Finale”). También ofrece valses, polcas, mazurcas y un “galop”, creados por Rota. Adapta un vals inédito de Verdi (“Vals brillante”) y añade dos fragmentos de “La Traviata” (Verdi) y uno de “Sonámbula” (del siciliano Bellini). La fotografía, de Giuseppe Rotunno (“Boccaccio 70”, De Sica, 1962), en color (technicolor) y scope, muestra con complacencia la suntuosidad de los decorados y del vestuario, la magnificencia de las fiestas y el esplendor del baile. Ofrece composiciones inspiradas en pinturas de Eugène Delacroix (1798-1863) y William Hogarth (1697-1764). Uno de los salones (Palazzo Ponteleone) luce “La muerte del justo”, cuadro original de Jean-Baptiste Greuze.
El film desarrolla dos discursos paralelos: el explícito, que discurre a la vista de todos, edulcorado y plagado de disimulos, y el interior, callado, oculto, silencioso y descarnado. No se expresa con palabras, sólo con gestos casi imperceptibles y referencias ambientales. El baile de despedida antes del regreso a Palermo tiene el valor de última gran celebración social de una era que muere y no volverá. El esplendor de la fiesta destila aires de despedida de los que se van y de bienvenida de los que llegan. La alegría aparente está trucada de melancolía, añoranza y desgarro. Fabrizio constata que su tiempo ha pasado. El deseo que siente por Angélica topa con la barrera de 25 años de separación y con el muro, infranqueable para él, de las diferencias de clase.
Pocas figuras de un aristócrata son tan eminentes como la del Príncipe de Salina en la historia del cine. Pocas figuras como la suya han sabido representar la nostalgia del pasado que se fue, la pena por la juventud perdida, el temor a la muerte y a la vejez inminentes, la desolación por el futuro de olvido que se impone. Visconti volverá a contar con Lancaster en el futuro (“Confidencias”). El tema del temor a la muerte será tratado por Visconti en films posteriores (“Muerte en Venecia”). No volverá sobre el tema de la decadencia, el ocaso, el declive. En el film no se habla de los trabajadores, sólo se les ve en planos rápidos trabajando la tierra. La revolución burguesa del XIX en general y “Il Risorgimento” italiano no cuentan con ellos, los excluyen del poder y de toda consideración relevante.
La música, de Nino Rota, adapta una vieja composición original, realizada durante la IIGM, titulada “Sinfonia sopra una canzone d’amore”, que gustó mucho a Visconti. De carácter sinfónico, contiene cortes adaptados a la acción (“Entrada de Angélica”), retratos personales (“Angélica”) y composiciones singulares (“Finale”). También ofrece valses, polcas, mazurcas y un “galop”, creados por Rota. Adapta un vals inédito de Verdi (“Vals brillante”) y añade dos fragmentos de “La Traviata” (Verdi) y uno de “Sonámbula” (del siciliano Bellini). La fotografía, de Giuseppe Rotunno (“Boccaccio 70”, De Sica, 1962), en color (technicolor) y scope, muestra con complacencia la suntuosidad de los decorados y del vestuario, la magnificencia de las fiestas y el esplendor del baile. Ofrece composiciones inspiradas en pinturas de Eugène Delacroix (1798-1863) y William Hogarth (1697-1764). Uno de los salones (Palazzo Ponteleone) luce “La muerte del justo”, cuadro original de Jean-Baptiste Greuze.