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Voto de Miquel:
8
6,8
25.629
Drama
Durante los duros años de la posguerra, en una zona rural de Cataluña, un niño llamado Andreu, cuya familia pertenece al bando de los perdedores, encuentra un día en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo. Las autoridades sospechan de su padre, pero Andreu intentará encontrar al culpable. En estas circunstancias, se produce en Andreu el despertar de una conciencia moral que se opone a la mentira como instrumento del mundo de los adultos. (FILMAFFINITY) [+]
5 de mayo de 2011
36 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje escrito y dirigido por el realizador Agustí Villaronga (Palma 1953), que adapta la novela “Pa negre” (2003), de Emili Teixidor, con algunas escenas inspiradas en la novela “Retrat d’un assassí d’ocells” (1988), del mismo autor. Se rueda en las comarcas catalanas de Osona y Berguedà. Obtiene 9 premios Goya y la concha de plata del Festival de San Sebastián. Producido por Isona Passola para Massa d’Or Produccions, se proyecta por primera vez en público el 21-IX-2010 (Festival San Sebastián).
La acción dramática tiene lugar en un predio rural de la localidad de Osona (Barcelona) y alrededores durante varios meses de 1944 y 1945. El drama se ambienta en tiempos de la etapa más dura y oscura de la posguerra española y en un espacio rural, que se recrea con acierto y notable riqueza de detalles. El protagonista es Andreu (Colomer), un niño, hijo de padres republicanos, que siente fascinación por el padre, Farriol (Casamajor), y devoción por la madre, Florència (Navas). El relato explora el proceso de aprendizaje del niño y la evolución interior (emocional, psicológica y afectiva) que experimenta a medida que pasa el tiempo y toma conciencia de lo que ocurrió en el pasado reciente y de lo que ocurre ahora en la comunidad de vecinos de la localidad. El chiquillo, de unos 10 años, mira, escucha, busca, pregunta y observa el mundo de los adultos y comparte experiencias con su prima Núria (Comas), su primo Quirze (Pla) y con sus amigos. El film presenta al chico mirando desde ventanas, tras las puertas, desde posiciones elevadas en el bosque, desde el tejado, etc. Es el narrador de la historia, que explica desde su punto de vista infantil y fantasioso.
La narración es lineal y objetiva en la medida que explica lo que ve y entiende el muchacho. Muestra un mundo de hechos, situaciones y personas en el que están presentes con una brutalidad escalofriante el crimen y el asesinato, la prepotencia y los abusos de poder, la miseria y la desgracia de los vencidos, la falsedad, la explotación del dolor ajeno, el trabajo infantil, una furiosa homofobia, la pedofilia, la envidia y los odios, la locura, secretos inconfesables, la lucha por la supervivencia.
El bosque domina la vida de la localidad, la condiciona y la determina. En él habita el misterio, la muerte, la traición, el asesinato. Allí se refugian los proscritos y los excluidos, a quienes ofrece refugio en sus cuevas, cavernas, grutas y desniveles. Es símbolo del poder de lo desconocido, superior e inaccesible. No es el único símbolo que usa el realizador. También lo son la fotografía escolar, la bicicleta, el tic-tac del reloj de péndulo, la fábrica de tejidos, las campanadas de la iglesia, las joyas y los pasteles de los Manubens, el luto, el coche Renault Stromberg, la casita del cuco, la fiesta de matajudíos, etc.
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La acción dramática tiene lugar en un predio rural de la localidad de Osona (Barcelona) y alrededores durante varios meses de 1944 y 1945. El drama se ambienta en tiempos de la etapa más dura y oscura de la posguerra española y en un espacio rural, que se recrea con acierto y notable riqueza de detalles. El protagonista es Andreu (Colomer), un niño, hijo de padres republicanos, que siente fascinación por el padre, Farriol (Casamajor), y devoción por la madre, Florència (Navas). El relato explora el proceso de aprendizaje del niño y la evolución interior (emocional, psicológica y afectiva) que experimenta a medida que pasa el tiempo y toma conciencia de lo que ocurrió en el pasado reciente y de lo que ocurre ahora en la comunidad de vecinos de la localidad. El chiquillo, de unos 10 años, mira, escucha, busca, pregunta y observa el mundo de los adultos y comparte experiencias con su prima Núria (Comas), su primo Quirze (Pla) y con sus amigos. El film presenta al chico mirando desde ventanas, tras las puertas, desde posiciones elevadas en el bosque, desde el tejado, etc. Es el narrador de la historia, que explica desde su punto de vista infantil y fantasioso.
La narración es lineal y objetiva en la medida que explica lo que ve y entiende el muchacho. Muestra un mundo de hechos, situaciones y personas en el que están presentes con una brutalidad escalofriante el crimen y el asesinato, la prepotencia y los abusos de poder, la miseria y la desgracia de los vencidos, la falsedad, la explotación del dolor ajeno, el trabajo infantil, una furiosa homofobia, la pedofilia, la envidia y los odios, la locura, secretos inconfesables, la lucha por la supervivencia.
El bosque domina la vida de la localidad, la condiciona y la determina. En él habita el misterio, la muerte, la traición, el asesinato. Allí se refugian los proscritos y los excluidos, a quienes ofrece refugio en sus cuevas, cavernas, grutas y desniveles. Es símbolo del poder de lo desconocido, superior e inaccesible. No es el único símbolo que usa el realizador. También lo son la fotografía escolar, la bicicleta, el tic-tac del reloj de péndulo, la fábrica de tejidos, las campanadas de la iglesia, las joyas y los pasteles de los Manubens, el luto, el coche Renault Stromberg, la casita del cuco, la fiesta de matajudíos, etc.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
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La desolación que envuelve la vida de la localidad se presenta de manera sugerida, explicada en voz baja e insinuada a través de los escenarios domésticos interiores, húmedos, opresivos, agobiantes, sórdidos y oscuros. También cumplen esta función los cuadros estáticos, las figuras inmóviles, los escenarios claustrofóbicos. El ambiente de opresión se representa mediante frecuentes imágenes de barrotes, jaulas, cercas, rejas, cortinas, visillos, puertas cerradas, balaustradas, la visión fugaz del garrote vil y el recuerdo de los que se ausentaron.
La atmósfera amenazadora que envuelve la vida de la localidad se manifiesta a través del servilismo, la presunción de los poderosos, los insultos de la chiquilla deslenguada, las expresiones del alcalde, la altivez de los ricos, la compraventa de silencios, el imperio de la mentira y la simulación. La narración avanza haciendo uso de una visualidad excelente. Los encuadres muestran muchas cosas, pero el argumento se concentra en unos pocos temas. No es un film disperso y desordenado. Al contrario, es compacto y consistente. Compensa la densidad de los medios de representación mediante el uso intensivo de sugerencias e indicaciones sigilosas. Habla de un estado de cosas corrompido y corruptor, que existió en un tiempo pasado y en un lugar ignoto, símbolo de todos los lugares del mundo en los que ha imperado o impera el horror totalitario del despotismo y la impunidad.
La obra suscita emoción, conmueve y estremece. El relato se dirige directamente a las emociones y los sentimientos. A través de estos, apunta hacia las ideas, el conocimiento y la razón. Reclama la mirada y la contemplación, mientras deja en un segundo plano el discurso y la palabra.
La banda sonora, del suizo José Manuel Pagán (“Aro Tolbukhin”, 2002), ofrece un tema principal que combina cuerdas clásicas, flauta, guitarra eléctrica, teclados, oboe y batería. Las melodías parecen susurros, lamentos, llanto. Aumenta su intensidad gradualmente. Se sirve de notas largas, lentas, suaves y profundas. Añade sonidos de ambientación rural, como los de ovejas, cabras, gallinas ponedoras, palomas, jilgueros, cencerros. La fotografía, del mejicano Antonio Riestra, crea composiciones espléndidas, capaces de seducir y cautivar la mirada. Rodada cámara en mano, predominan en la cinta los escenarios oscuros que se hacen más oscuros a medida que avanza el tiempo. Yuxtapone imágenes fugaces, planos de detalle (caracol, cuaderno de caligrafía…), planos picados y contrapicados, símbolos visuales (de difícil comprensión para los que no conocen el medio rural). Son muchas las representaciones que proyecta, pero todas ilustran un objeto de atención central. Hacia el final dedica a Kurosawa y a la película que le dio a conocer en Occidente un soberbio plano contrapicado que pone justamente en relación el bosque de “Pa negre” y el de “Rashomon”.
La desolación que envuelve la vida de la localidad se presenta de manera sugerida, explicada en voz baja e insinuada a través de los escenarios domésticos interiores, húmedos, opresivos, agobiantes, sórdidos y oscuros. También cumplen esta función los cuadros estáticos, las figuras inmóviles, los escenarios claustrofóbicos. El ambiente de opresión se representa mediante frecuentes imágenes de barrotes, jaulas, cercas, rejas, cortinas, visillos, puertas cerradas, balaustradas, la visión fugaz del garrote vil y el recuerdo de los que se ausentaron.
La atmósfera amenazadora que envuelve la vida de la localidad se manifiesta a través del servilismo, la presunción de los poderosos, los insultos de la chiquilla deslenguada, las expresiones del alcalde, la altivez de los ricos, la compraventa de silencios, el imperio de la mentira y la simulación. La narración avanza haciendo uso de una visualidad excelente. Los encuadres muestran muchas cosas, pero el argumento se concentra en unos pocos temas. No es un film disperso y desordenado. Al contrario, es compacto y consistente. Compensa la densidad de los medios de representación mediante el uso intensivo de sugerencias e indicaciones sigilosas. Habla de un estado de cosas corrompido y corruptor, que existió en un tiempo pasado y en un lugar ignoto, símbolo de todos los lugares del mundo en los que ha imperado o impera el horror totalitario del despotismo y la impunidad.
La obra suscita emoción, conmueve y estremece. El relato se dirige directamente a las emociones y los sentimientos. A través de estos, apunta hacia las ideas, el conocimiento y la razón. Reclama la mirada y la contemplación, mientras deja en un segundo plano el discurso y la palabra.
La banda sonora, del suizo José Manuel Pagán (“Aro Tolbukhin”, 2002), ofrece un tema principal que combina cuerdas clásicas, flauta, guitarra eléctrica, teclados, oboe y batería. Las melodías parecen susurros, lamentos, llanto. Aumenta su intensidad gradualmente. Se sirve de notas largas, lentas, suaves y profundas. Añade sonidos de ambientación rural, como los de ovejas, cabras, gallinas ponedoras, palomas, jilgueros, cencerros. La fotografía, del mejicano Antonio Riestra, crea composiciones espléndidas, capaces de seducir y cautivar la mirada. Rodada cámara en mano, predominan en la cinta los escenarios oscuros que se hacen más oscuros a medida que avanza el tiempo. Yuxtapone imágenes fugaces, planos de detalle (caracol, cuaderno de caligrafía…), planos picados y contrapicados, símbolos visuales (de difícil comprensión para los que no conocen el medio rural). Son muchas las representaciones que proyecta, pero todas ilustran un objeto de atención central. Hacia el final dedica a Kurosawa y a la película que le dio a conocer en Occidente un soberbio plano contrapicado que pone justamente en relación el bosque de “Pa negre” y el de “Rashomon”.