La primera apertura de boca de la película, lo primero que se dice y la primera frase (os lo juro) es: "Morid, cabrones".
Esta película, cuyo argumento se pierde en la nada a la primera de cambio, es un descarado y brutal festín de tiros, explosiones, peleas cuerpo a cuerpo, diálogos hilarantes y acción en modo bestia bastante superior a su antecesora (sin menospreciarla, por supuesto). Dolph Lundgren tiene un papel más trabajado, gracioso y gozoso para el público, mientras que Jet Li, después de dar siete u ocho patadones, desaparece de repente.
Aún así, las secuencias de acción son una maravilla y una emoción que te recarga y te sobrecarga hasta el final.
Si en la primera entrega nos pareció una joya que Stallone, Schwarzenegger y Willis compartieran un plano de dos minutos... aquí les tenemos otra vez juntos, pero disparando, pegando y matando como hacían en aquella psicodélica década de los 80.
Con sus toques dramáticos, sus toques pseudofilosóficos, sus geniales toques de humor, me atrevo a decir que he visto un PELICULÓN. Un peliculón que, como en mi anterior crítica a Los Mercenarios, homenajearé con otros títulos de cine de acción:

"Me saqué el abono TRANSPORTER para volver a casa y no parezca que haya DESAPARECIDO EN COMBATE. Llegué corriendo y me rompí un hueso que sonó "¡CRANK!" Después, mi madre me esperaba con su bronca habitual, para mí eso era un ARMA LETAL. Estuve dos días castigado, pero sólo dos. LÍMITE: 48 HORAS. Así que hablé con EL NEGOCIADOR, y me dijo que si me escapaba del castigo estaría PERSEGUIDO y acabaría en manos de un EJECUTOR. Yo no soy EL ESPECIALISTA, pero no creo que sea EL FIN DE LOS DÍAS intentar salir de este CAOS. Estoy ENCERRADO, pero pienso salir para ver LOS MERCENARIOS 2.