La cámara de Mercedes Álvarez nos adentra con suma paciencia y cuidado al mundo de las ferias immobiliarias, los comerciales, los brokers de la bolsa, los gurús del éxito empresarial y demás especuladores y timadores; son vendedores de sueños, de lo invisible, de lo que no está y, como es el caso de los bungalows paradisíacos, no hallaremos nunca.

Nos muestra estos mundos con ritmo pausado, dejando que vayamos uniendo poco a poco lo que vamos viendo y escuchando. Con un equipo reducido, sin focos de iluminación, se acerca a sus trabajos de comerciales, ejecutivos, brokers. Pero el montaje tiene siempre una intención. En la película de Mercedes Álvarez se convierten en personajes ridículos dentro de una escena, la capitalista, donde los ridículos parecemos el resto. Son actores del mercado. Venden humo.

En oposición a ellos, la directora se va al mercado. Donde empezó todo. En concreto, al de Los Encantes de Barcelona. Conocemos a don Jesús, señor viejo, con barba larga y blanca, que no vende nada. Los objetos están allí, son visibles, chatarra, en medio de la cual vemos jugar unos gatos, pero don Jesús que permanece sentado no quiere vender los objetos que tiene.

El tránsito de un mercado a otro, de unos objetos a otros, de las personas que mercadean con ellos, es el acontecer del documental. Una voz en off hilvana una trama que recorre los años de crisis económica. Se trata de una crítica al capitalismo, pero también un ejercicio del arte de la memoria, citando al poeta griego Simónides de Ceos.