"No sin mi Audi" -parece decir en cada escena el bueno de Statham con una sonrisa de oreja a oreja (es un decir, ya sabemos que nuestro entrañable calvorota no sabe lo que es eso), a buen seguro pensando en la millonada que se habrá llevado en publicidad subliminal... ¿Subliminal? Qué cojones... Coge tu viejo coche y tíralo al contenedor más cercano. No vale una mierda. Ni circula tan pancho a dos ruedas entre dos trailers de más de 12 metros de largo -lo anuncia la correspondiente pegatina-; ni es capaz de saltar sobre trenes en marcha sin salirse de las líneas continuas que marcan un carril improvisado; ni sobreviviría a una caída libre directo al agua para después resurgir de sus cenizas cual ave fénix con todas sus cualidades intactas; ni resiste un tiroteo con armas de gran calibre sin siquiera mancharse los cristales; ni pilla los 240 por hora en recta dando continuos volantazos; ni tiene espacio suficiente para echar un polvo en condiciones -quizá sí-, pero nada como la tapicería de sapo marsellés comedor de lagartijas -pues, como cualquier naturalista sabe, están en vías de extinción y tienen la piel más suave del mundo animal-. Lo dicho, ni Mercedes* ni hostias; aquí lo que se lleva es un Audi A8 en un negro impecable. Corre a tu concesionario más cercano, crack.

El 4 es porque suelo ser muy permisivo con este tipo de filmes. En cualquier caso, ni de coña alcanza el aprobado. La odiosa protagonista y los diálogos de mierda se encargan de ello.