El sol brilla de forma distinta después de ver LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS, ¿no?

Pero ¿qué ha hecho Cuerda? O, mejor dicho: ¿cómo lo ha hecho? Me maravilla el cómo ha sabido capturar la inocencia, la libre y curiosa infancia, la enseñanza, la transmisión de valores, la fiesta, la naturaleza, el alma de una España en cambio y, a su vez, ser capaz de plantear en tan poco tiempo una representación fantástica de la España oficial contra la España vital, con todas sus sombras y fechorías, que no son pocas.

Menudo tour de force. Sabes a lo que te enfrentas porque es una historia de la Segunda República, y si algo tuvo este período fue un final turbulento y cargado de injusticias, pero te comes con patatas el optimismo y el entusiasmo para que luego te metan una de las patadas más dolorosas que te puede meter película alguna. La imagen del niño soltando improperios, sin saber qué significan, aletargado por la mano negra de un régimen que comienza con el odio y se sustenta en él.

Don Gregorio es uno de esos personajes que se quedan contigo de forma indefinida, quizás eternamente. Cada vez que salía en pantalla —interpretado por un adorable Fernán Gómez— tenía unas ganas de llorar que no podía con mi vida. Lo bien que representa la bondad, la enseñanza, el respeto al prójimo y el poner las esperanzas en una nueva generación de gente atenta y alerta a las señales del mundo. ¿Demasiado positivo el personaje? Tal vez sí, tal vez no. Tengo constancia de que existe gente así en el mundo, no me ha parecido exagerado. Con razón ese final me ha afectado tanto. Tiene algo traumatizador esta película.

Qué peliculón firma Cuerda, ostia. Una obra maestra.