Acaba de pasar el terremoto en Japón, y no puede sentirse menos que una terrible nostalgia al recordar la bomba atómica de la segunda guerra mundial. El recuento y homenaje que trata de hacerse en esta película, esta bien logrado, ya que el amor esta en cada espacio de este planeta, haya guerra, terremotos o desastres nucleares, sean diferentes etnias. Y nos preguntamos porque el país nipón esta señalado por los terremotos, ¿Será que este pueblo legendario de samuráis, que han derramado sangre en nombre del honor en los jardines de la muerte donde se veneran dioses paganos, han de sufrir el efecto de un poder supremo que le recuerda que nadie es dueño de vidas ajenas? No quiero filosofar, solo admirar una buena película rodada en Japón, bajo el lente de otro pueblo oprimido como lo es Francia. Y que nos hace soñar con un amor surgido entre las cenizas de la devastación humana.