La vi sobre 1980. No me gustó nada. Como una y otra vez leía en las críticas sus excelencias, pues nada, sabía que antes o después tendría que hacer otro intento.

No es broma, un fenómeno también extraño me sucede desde entonces cada vez que me decido a ver “El Ángel exterminador”, una sensación extraña va apoderándose de mí e inevitablemente me va sumergiendo en el sueño. Y también sin broma que van ya cuatro o cinco veces que lo intento. Esta última he conseguido llegar, creo, hasta el minuto 48, cuando cubren con una manta a un hombre que parece muerto, y no me acuerdo de más, solo que despierto con una extraña y desagradable sensación, no haber conseguido de una vez quitarme de la cabeza esa cuenta pendiente y pasar página. Hasta la próxima, aunque cada vez la niebla es más espesa...

Ya, ya sé que está crítica caerá al fondo del pozo, normal, es como si para demostrar que no hay pobres, por ejemplo, en España, se hace una encuesta en la Moraleja. No digo todos, pero sí una mayoría de los que ven esta película, en mi humilde opinión, están previamente condicionados, y ese misterioso, inexplicable y contagioso fenómeno, que no sé cómo llamar, pero se le podría definir como una variante de la sugestión colectiva, entra en juego. Pasa mucho con un determinado tipo de películas, y es que vale más caer en gracia que ser gracioso.

Nota:
Al final la he conseguido terminar de ver. Sigo pensando lo mismo. Inaguantable.