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Voto de Carlos Walnuts:
9
Drama Benny es un chico de 14 años de buena familia. Sus padres intentan compensar la falta de cariño hacia su hijo regalándole un estupendo equipo de vídeo. Obsesionado con el uso de su nuevo juguete, graba cómo sacrifican a un cerdo con una pistola, escena que lo incita a cometer un acto salvaje. (FILMAFFINITY)
2 de diciembre de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El aislamiento tanto físicamente como emocionalmente hace del individuo alguien totalmente parco de emociones y atípico antes las circunstancias de la vida. Lo que Michael Haneke logra con esta cinta es mostrar una vida desprendida del cariño fraternal, rota y despreocupada arrojada a un mundo totalmente frío y sombrío. Haneke, quien nos entregó una parsimonia de la vivencia de una familia de clase burguesa a arrojarse a un viaje de caracterizaciones sumamente descolorida y turbia con un final que te descoloca, el director austriaco vuelve a hacer de las suyas con una historia del mismo estilo seco y que incomoda, que funciona como la segunda parte de la que se denomina como la trilogía de la glaciación emocional.

La historia de “El video de Benny” es sobre un muchacho de nombre Benny, quien vive una vida apartada de toda interacción con el mundo, la única fuente o conexión con las relaciones humanas es por medio de una cámara de video que sus mismos padres le obsequiaron como compensación de la falta de cariño a su propio hijo. Benny se obsesionará tanto con un video que el mismo grabó que lo incitará a cometer un acto monstruoso.

Haneke posee una enorme naturalidad para filmar, sin evitar el efectismo barato. El siempre y genial director austriaco vuelve a sorprender con sus planos largos y la repetición de los mismos, como los ascensores cerrándose, escaleras mecánicas, imágenes con tonalidades grises, hace que todo esto edifique un mundo mecanizado y deshumanizado, y gélido a la vez. Lo mismo pasa con los planos expresivos, cuyo tratado tiende a reutilizar las imágenes para captar esa monotonía que es esta vida que transitamos.

Es enormemente rotundo la actuación de Arno Frisch como Benny, con esa mirada que refleja desidia, desinterés y la frialdad que fluye por sus venas ante lo macabro de sus acciones, cuya interpretación me deja helado e incómodo. Igualmente pasa con Angela Winkler y Ulrich Mühe, cuyas interpretaciones están bastante bien hechas como padres despreocupados, pero que en el fondo velan por el futuro y bienestar de su hijo.

Debo reconocer que el director tiene un trato muy particular sobre la violencia, y aquí a pesar de no ser tan angustiante, sigue enervando la sangre. Haneke siempre ha sido un director atemporal, que viaja en contra de la corriente, aquel que crítica el uso de la violencia en el cine más comercial, para hacer una catarsis sobre ello. Y todo esto lo podemos apreciar en esta cinta, donde el director austriaco logra tocarnos, lapidarnos, incomodarnos en el asiento. A pesar de no haber sangre a borbotones, lo suyo está en la sutileza, en lo implícito de la violencia que suele aparecer de improvisto y fugaz, pero que nos retuerce y nos hace pensar en lo que vemos en pantalla.
Carlos Walnuts
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