En favor de R. Polanski y "El quimérico inquilino" hay que comenzar dejando claro que se trata de una novela, por lo que la lleva al cine con un mérito difícil de conseguir, una dura apuesta en la que domina la situación en este proyecto que no cae en lo absurdo y que consigue involucrar, transmitir ese terror psicológico con escenarios, personajes humanizados, decadentes, secos y poco civilizados; y una paciencia que va creando la atmósfera claustrofóbica sobre la mente de ellos y de los espectadores, una película que no entra como americana ni como europea, es una novela llevada al cine con total libertad para mostrar las causas del suicidio, o de uno de ellos.

Rodeada de un simbolismo detallado, cada plano tiene objetos secundarios importantes, sonidos del hogar y genial banda sonora; el protagonista cuadra para que todo sea creíble, un hombre solitario, tranquilo, frágil, inteligente, extraño y con escasa capacidad para imponerse, un ser altamente influenciable que se rodea de un conjunto en el que todo resulta extraño, con toques cómicos, pero increíblemente siniestra, y sigue el camino de la pérdida del control como pocas, pinceladas de la conducta humana que va poseyendo a la razón y dominando a la mente en una encerrona de ruidos nocturnos al borde mismo de la realidad, paso a paso en la confusión, el delirio y las alucinaciones de manera contundente para exhibir la manía persecutoria, la conducta errática y la pérdida de la personalidad, películas como ésta deben ser aplaudidas por las masas, por lo menos las que quieren disfrutar del cine de verdad.