Ben Stiller consigue en esta película divertir, emocionar y que te sientas bien cuando la terminas, logra que la sonrisa te perdure y eso no es nada fácil. La comedia, junto con el terror, son, en mi opinión, los géneros más exigentes a la hora de convencer al público que las visiona. Por eso insisto en lo loable de contar algo original y muy divertido en el siglo XXI.

El reparto es de lujo, absolutamente todos los actores están geniales, divertidos. Pero, como en todo, hay dos que destacan: Robert Downey y Tom Cruise. Simplemente geniales, logran creerse sus personajes y darles una verosimilitud grandiosa, con una mirada, con una expresión, ya logran sacarte una sonrisa. Ben Stiller también, pero por sus caras absurdas que siempre consigue hacer. Stiller es un grande de la comedia, pero su encasillamiento hace que su magnífica interpretación no sea tan valorada, al igual que pasa con Jack Black.

Reírse de sí mismo es lo más complicado y Ben Stiller lo logra en esta película, se ríe de él, de Hollywood, de la parafernalia, pero, a su vez, logra que el mensaje final sea hermoso para cualquier persona, pero sobre todo para aquellos que se dedican a la interpretación (¿dónde acaba el actor y comienza la persona?).

La originalidad de la historia, del montaje inicial y sus numerosos gags (unos muy buenos, otros no tanto), también son motivo de mención. También, por contra, destacar lo inverosímil de muchas escenas, fundamentalmente dentro de las de acción, sin justificación dentro de la diégesis. Se podrían haber evitado y haber potenciado el nivel de la obra.

Imprescindible su visionado si quieres divertirte y ver clases de interpretación, y también, de montaje y originalidad, en esto último, por parte de Ben Stiller.