Torrente sigue perdiendo fuelle y cada vez que Santiago Segura hace una nueva secuela, la fastidia un poquito más, condenando al olvido a un personaje que en su día fue original y gracioso.

Los ingredientes de esta nueva entrega son los mismos que los de la tercera, pero aún más concentrados: más famosos casposos, gags racistas y mucha silicona además de los traídos chistes fáciles sexuales. Esto aderezado con explosiones espectaculares y persecuciones sin ritmo ni tensión.

Directamente dirigida al público más facilón y adicto a la telebasura (muy respetable pero no compartido), el cuál se sentirá genial buscando en cada fotograma qué famoso sale haciendo el idiota. Comedia floja con apenas un par de escenas cómicas salvables, muy poco bagaje para un personaje que fue legendario en nuestra filmografía hispana.