Discretito filme de aventuras, rutinariamente dirigido por Charles Marquis Warren, que tiene algunos felices trabajos llenos de vigor narrativo.
Pero en esta ocasión nos encontramos con una cinta más bien apagada, muy irregular, con algunos buenos momentos, pero un guión no demasiado claro, con diálogos que, parece, pretenden trascender pero se quedan a medio camino, aportándonos eso sí datos importantes según pasan los minutos, por lo que vamos conociendo mejor a los diversos personajes. Pero para entonces, cuando se cuentan entre ellos su pasado, ya es demasiado tarde y el tedio se ha apoderado del espectador, que tan sólo desea que acabe más que nada para ver cómo finalizará todo (que tampoco importan mucho, la verdad) y para hacer otra cosa que ver la peli.
Puede que la película no sea tan escasa como me lo ha parecido a mí y que haya tenido mucho que ver en mi negativa opinión la pésima copia de la cadena televisiva que la ha emitido, con una fotografía demasiado ocre y un doblaje detestable (he tenido que poner el volumen bastante alto para entender con nitidez lo que estaban diciendo, amén de pasar varias veces una misma escena en repetidas ocasiones...).
Eso sí, aunque sea mediocre tiene un buen elenco interpretativo, con un Jack Palance muy delgadito y una Joan Fontaine bastante perdida en su papel, me ha parecido.
La que se lleva mis más sinceros aplausos además de mis piropos más encendidos ha sido la aquí explosiva, bellísima y turgente Corinne Calvet, que incluso en una escena un tanto subida de tono, sobre todo para la época en la que se rodó la cinta, se baña en una laguna o algo así quitándose la parte superior de su escaso vestido. Vamos, que se queda en top less... aunque desgraciadamente no sea nada. Pero es que sale tan rematadamente guapísima que uno se queda embobado viéndola.

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