"- Si compra en este kiosko es que vive en este barrio.
- Sí, tenemos que sacudir todos los edificios hasta que se caiga de uno de ellos".

Una de las películas de la primera etapa del gran Richard Fleischer (en esta ocasión firmando como Richard O. Fleischer), uno de mis directores favoritos de todos los tiempos no tanto por sus excelentísimas cualidades cinematográficas, que las tiene en abundancia, sino porque sus cintas no me podían satisfacer más en cuanto a entretenimiento y pura aventura se refiere: "Veinte mil leguas de viaje submarino", "Los vikingos"....
En esta ocasión logra un modélico trabajo lleno de intriga y suspense, a cargo de los asesinatos de un tal "El juez", un desconocido que se ha erigido en portador de los valores positivos del ser humano y en cuanto sabe, o cree, saber de alguien que no los cumple, le asesina estrangulándole con sus propias manos.
Se trata de un filme pequeño en cuanto a duración de metraje, pero realizado con esmero y dedicación, dotándole de alma propia y constituyendo un claro ejemplo de buena obra salida de la RKO, productora que nos hizo soñar durante muchos años.
Aquí, con un perfecto guión de Lillie Hayward, adaptando con pulcritud la historia de Francis Rosenwald y ¡Anthony Mann!, consigue con su sobriedad expositiva, sus excelentes diálogos (el empleado del bar hablando por teléfono sobre posibles caballos ganadores de carreras:

" ¿Que cómo es de rápido ese caballo. Pues en una carrera de dos llegaría el tercero".

O este otro:

"- ¿Que cómo de bueno es ese caballo. Pues la última vez que le vi correr conducía un carro".

En definitiva, un buen trabajo, entretrenidísimo que deja un muy inmejorable sabor de boca.

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