Según la sinopsis, una joven humilde de la noche a la mañana es convertida en actriz famosa. Y lo es literalmente. ¿Cualquier persona puede ser aupada al éxito arrollador por una poderosa compañía, o realmente hay que demostrar su valía? ¿Tan sólo se necesita una buena promoción para crear una estrella? ¿Qué razones le hacen inclinarse al director de la compañía para promocionar a esa desconocida que ha ido a buscar sin más referencias que una carta pidiendo que la escuchen cantar? No sé, es muy normal que a muchos les suene a chino ese proceder, pero bueno, es una película, y como película la pintan muy bien para que uno se lo crea. Lo principal es que hay unos actores muy a propósito y encima en su momento álgido, coincidiendo en sus personajes más acorde para el papel; buen casting. Yo, por lo que sea, y menos mal, soy hetero, pero no por eso puedo dejar de decir que Robert Redford está que se sale. Atractivo al sumo. Es normal que un tío envidioso que sea más feo que un macaco catarrino aborrezca al señor Redford, pues aquí, le aborrecerá un poco más. Mejor. El caso es que su papel es muy evidente, suena al clásico recurso. Lo que pasa es que el saber estar y el aplomo ante las cámaras del señor Redford nos hacen ver que su aparición sí es algo casual y creíble, y queda de lo más normal que la chica se quede anonadada al verle y surja un encuentro de película que estará destinado a algo más que un romance. Robert es el típico dandi consagrado que aparece como por arte de magia y uno piensa que su personaje no podía faltar, era obligado, demasiado obligado.
De la señorita Natalie Wood se puede decir que la edad la mejoró físicamente, la hizo más atractiva, pero está convincente como esa joven pizpireta que entra de golpe en el mundo del famoseo, del negocio y de la industria del espectáculo, sin perder su rebeldía; de ahí el título.
Luego, como siempre, Christopher Plummer domina la escena de una manera pasmosa. Uno se hace fan de este tío quiera o no. Aquí me recordaba a un gerifalte de la Administración, una Administración fría, sin humanizar, algo así como un Jefazo de la Unidad de Obtención de Información, y si encima le pones a Roddy McDowall de secretario en plan androide sin personalidad, un robot sin alma para obedecer ipso facto, pues queda un panorama siniestro, y por supuesto, muy acorde para causar ese solemne ambiente en el que la joven promesa, casi temblando de miedo ante tanta ostentación, nos hace compadecerla. Pero no; ni mucho menos por eso nos asustamos ni nos inquietamos. No hay cuidado. El conjunto de la trama queda bien elaborado, destinado a que el público aprecie el lujo y las actuaciones, pero es un relato fantasmón, a base de crear contrastes muy evidentes. Pero bueno, como crítica al dominio que las altas esferas quieren someter a sus estrellas puede valer; aunque al principio es normal que el pardillo vaya un poco a tientas, pero luego todo el mundo espabila.
Esa es la película y lo que cuenta no va más allá, aunque está bien contado y con estrellas.