Más que culto a la belleza, o cómo cultivar la belleza y extenderla en el tiempo buscando la Fuente de la Juventud, lo que se pretende en esta película es brindarnos una parodia, o una imagen cómica sobre el vampirismo, método tradicional para llegar sin más artificios a ese culto de la belleza, pero ya a una belleza contaminada y maligna, una belleza tramposa. Para ello recurre magistralmente a las sociedades secretas de culto a una eminente figura primaria, mentor o líder, que proporciona placer e inmortalidad al exiguo precio de entregar el alma a cambio (lo cual es lógico porque no tendría sentido disponer de súbditos adoradores si no estuvieran auténticamente rendidos). Estas sociedades secretas existen pero se mantienen en el anonimato y sólo aparecen cuando se invocan, gracias a agentes siempre mezclados en los grupos de clase alta, por regla general, totalmente adiestrados para descubrir y elegir a las víctimas propicias. En principio, en la primera parte, la película es más que interesante planteando ese primer contacto del agente con una mujer madura y presumida que triunfa en el mundo del espectáculo pero que vislumbra su ocaso irremediablemente.

Es admirable esa introducción hasta la llegada a la mansión gótica, una mansión al más puro estilo del castillo de rumano de Transilvania, un lugar atrayente en la que todo causa un miedo espeluznante, y se adivina en la mujer joven que la rige una maldad sofisticada y bella con la que uno alucina, gracias también a unas interpretaciones fuera de sus registros habituales de sus tres protagonistas. Lamentablemente, en vez de seguir por los derroteros de la eterna juventud, mostrada en el mundo de los mortales en el que la vejez llega a velocidades de vértigo, que la arruga y el peso aparecen a la vuelta de la esquina cuando uno menos se lo espera, la película se desmadra con los efectos especiales y se convierte en algo parecido a unos dibujos animados sin más interés.