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España España · Madrid
Voto de TGsiTG:
8
Drama Charlotte es una famosa concertista de piano que ha estado tan volcada en su carrera que no ha visto a su hija Eva en siete años. Eva, que vive con su marido, un pastor protestante, y con una hermana gravemente incapacitada, mantiene con su madre una relación de amor-odio. Después de tantos años, Charlotte decide ir a visitarlos, pero el encuentro pronto se convertirá en un tenso duelo entre madre e hija. (FILMAFFINITY)
16 de julio de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madre e hija. Piano y violonchelo. Madurez e infancia. Dos melodías que crean una sonata de resultado complicado. Dos tonalidades condenadas a enfrentarse.

En "Sonata de otoño" Bergman plantea el drama familiar de las relaciones maternales y nos introduce en el torbellino de palabras calladas, de inseguridades, de carencias afectivas y de egos altivos en el que se encuentran ambas protagonistas. Por un lado encontramos a una hija que invita cordialmente a su madre a su casa después de siete años sin que ambas se reencuentren y con un pasado de silencios a sus espaldas. Por el otro, tenemos a una madre, pianista profesional y para la que la familia no parece ser una prioridad.

Dicha situación actúa como punto de partida para que ambas se enfrenten a sus carencias y a su pasado, a sus miedos que son similares pero en momentos diferentes. El filme de Bergman es una composición que empieza pausada y que poco a poco adquiere un ritmo frenético que alcanza su clímax orquestal cuando la hija relata sus momentos más duros de la infancia y nos deja ver las carencias afectivas a las que estuvo expuesta. Los silencios de esta melodía a dos voces se quiebran y el espectador solo puede esperar con impaciente tristeza la respuesta de una madre que se enfrenta a su más difícil interpretación.

Pero esta pieza no está compuesta de excesos, Bergman se sirve de una sobria puesta en escena para orquestar la situación. Abundan los primeros planos, el peso de las situaciones recae sobre unos diálogos interpretados con fuerza y ambas actrices se convierten en los instrumentos perfectos para hablarnos de la infancia, del miedo al fracaso, de las consecuencias del éxito y de cómo pueden apresar los lazos sanguíneos. A medida que se acerca el final, la composición de Bergman nos deja un sabor agridulce, nos encierra un grito en la garganta al igual que le ocurre a Helena, mientras aparecen perfiladas con maestría dos de las máximas del cine de Bergman: la incomunicación y el silencio.

Una sonata compuesta de silencios cuyo final nos hace dudar. Una estructura cíclica que nos recuerda que, evidentemente, el invierno sigue al otoño y que no sabemos si eso puede ser positivo o negativo. Casi como por arte de magia, después de la tormenta, volvemos donde comenzamos ¿ha cambiado algo? ¿hay lugar para el perdón o nos encontramos ante la mejor interpretación de una pianista que repite sin cesar la pieza que mejor conoce? Presenciamos con resignación ese viaje en tren, mientras nos preguntamos si la carta que inició está sonata puede dar lugar a otra, una nueva en la que ambas melodías sean armónicas.

[Más críticas en http://tegustarasitegusta.wordpress.com / @TeGustaraSi]
TGsiTG
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