A veces imagino que hay alguien que me acompaña la mayor parte del día, como si estuviera dentro de mi cabeza, y que me escucha y me comprende, alguien con quien hablar de lo que pasa por mi mente, a quien contarle cómo me siento, describirle lo que entra por mis sentidos, qué hermosos y emocionantes son tantos detalles y matices.
Cuántas veces he vivido instantes que me habría encantado compartir con ese alguien, instantes que se han quedado sólo para mí y por ello queda la impresión de que siempre falta algo, siempre hay un vacío, porque no hay otra conciencia junto a la mía fundiéndose en una conmigo, experimentando lo mismo que yo a la vez que yo, y por tanto multiplicando la belleza de cada experiencia por pequeña que sea. Casi todo esto que soy yo se pierde dentro de mí sin nadie que me conozca hasta tal punto, nadie que consuele la soledad de lo que se queda sin decir, sin mostrar, sin hacer, de los sueños escondidos.
Porque si él estuviera tan adentro, y yo tan adentro de él, nos haríamos compañía cada vez que así lo deseáramos o necesitáramos, ya cada instante vivido pasaría por el filtro de sus ojos y de los míos, podríamos hablar de cualquier cosa sin sentirnos extraños, tontos o ridículos. Sería como si cada vez que hablo conmigo misma en silencio, tantas veces a lo largo del día, él me estuviera escuchando, y también al revés, que yo escuchara sus pensamientos.
Y recibir juntos cada día como si el mundo fuera nuevo, un lugar infinito por estrenar, repleto de sorpresas, y quizás sea así cuando se ama y se comparte de verdad.
Este drama futurista, absolutamente actual sobre el universo de los sentimientos, te hace reflexionar sobre eso y mucho más.
Sobre lo confusas y maravillosas y difíciles que son las relaciones de amor, en las que nunca se puede dar nada por sentado y los amantes no se llegan a conocer del todo jamás y eso es lo fascinante y lo arriesgado que tienen, que hay tantas zonas y abismos que son un misterio. El amor puede morir o quedarse pequeño pero no porque hayan dejado de existir secretos y lugares desconocidos por explorar dentro del alma, que es tan compleja como para guardar decenas o cientos o miles de cosas secretas o que no se pueden o no se saben expresar, y que evoluciona constantemente; el amor puede morir o dejar de ser el que era porque simplemente ya no interese seguir descubriendo mundos a su lado, porque no se adapte a cada etapa del recorrido; entonces el camino antes en común se bifurca en muchos otros y cada cual elige uno distinto.
"Her" te hace reflexionar asimismo sobre los prejuicios y miedos y dudas que nos impiden abrirnos, entregarnos, con los que nos lastimamos y nos ponemos trabas, con frecuencia por culpa del entorno, de la sociedad que dicta qué es lo normal y lo correcto, imponiendo cadenas al amor, como si éste tuviera que restringirse a un patrón concreto. Al amar lo que cuenta es la conexión, la química, las ganas de estar juntos, de contarle lo que sea, de que te cuente lo que sea, de hacer cosas por insignificantes que parezcan, de desahogarse, cuenta la excitación, el deseo sexual cuyo centro, recordemos, está en la mente y se compone casi por completo de sensualidad, imaginación, sugestión, sugerencia y fantasía transferidos al muy limitado plano físico, lo que ofrece interminables posibilidades, el sexo puede ser lo que queramos que sea. Esta sociedad centra demasiado la sexualidad en el cuerpo y en la imagen que debemos tener de un cuerpo perfecto, pero olvidamos cuál es la mayor zona erógena: el cerebro. Si para tener experiencias eróticas necesitáramos exclusivamente la piel, el cuerpo a cuerpo, no tendríamos sueños sexuales ni orgasmos mientras dormimos, ni existiría el cibersexo ni los teléfonos eróticos.
Las grandes preguntas son: ¿Cómo es el amor para cada persona? ¿Cambia como nosotros lo hacemos? ¿Por qué tantas relaciones se acaban? ¿Quién decide que el amor es real o "virtual"?
Mientras lo vivimos, deseamos que no se acabe. Y es imposible evitar el miedo a perderlo. Porque nada es seguro en esta vida. Muchas cosas pueden cambiar por el camino. Y en ocasiones no es suficiente con amar.
Pero si yo hoy me siento tan bien a su lado... Para mí es lo más real. Es lo más bello, lo más excitante. Ojalá mañana siga conmigo. Y pasado mañana.
Hoy día las comunicaciones a través de Internet permiten a la gente conectar con otra a la que ni siquiera ve. Muchas amistades y amores se entablan intercambiando mensajes en la red. Y esas personas al otro lado de una pantalla a veces llegan a sentirse tan reales y cercanas, o más, que las que están físicamente presentes.
Puede que no esté muy lejano el día en que sea viable crear una inteligencia artificial que llegue a sentir como un verdadero ser humano. Por si así fuera, Jonze no se decanta por el conflicto entre hombre y máquina; la ciencia-ficción es mero accesorio. Nos ha obsequiado con un guión inmensamente profundo acerca de la naturaleza del amor en nuestros tiempos de ultratecnología.
Theodore el hombre y Samantha el sistema operativo tendrán que descubrir si serán capaces de quererse por encima de prejuicios, diferencias y limitaciones. Entrarán en un territorio completamente inédito: un humano que a menudo se siente como una máquina y una máquina que se siente como una humana y más aún (posee las capacidades que le aporta su inteligencia informática y que sobrepasan con creces a las humanas) se enamoran.