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Voto de Vivoleyendo:
8
Intriga. Drama. Terror Producción realizada para la televisión que narra la progresiva angustia de un hombre (López Vázquez) que se queda atrapado en una cabina telefónica. Lo que en principio parece un contratiempo sin trascendencia, se convierte poco a poco en una situación tan inquietante y terrorífica que provoca en el hombre una desesperación y una angustia sin límites. (FILMAFFINITY)
8 de julio de 2011
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una fórmula angustiosa en un mediometraje efectivo y perdurable en el subconsciente. Qué sencillez la de coger a un pardillo cualquiera y ponerlo en una situación abrumadora partiendo de una premisa tan simple: una cabina telefónica que, una vez cerrada, no se puede abrir, ni forzar, ni romper. López Vázquez se las pinta solo para interpretar a ese pardillo del montón aprisionado, desorientado ante una amenaza que al principio parece ridícula y absurda, pero que paulatinamente lo atenaza con el brutal golpe de un encierro irresoluble. Expuesto al escarnio y las bromas de los transeúntes, a la curiosidad malévola de un público que se toma a la ligera el terror creciente del atrapado, y que hace débiles intentos por socorrerlo. Por supuesto, cómo tomarse en serio una escena tan jocosa, un tipo patéticamente encerrado en una cabina, que seguro que se puede abrir de alguna manera.
La voz del hombre ni siquiera se oye desde dentro, su claustrofobia se hace sentir con potencia para el espectador pero no para los malsanos curiosos que sólo se quedan a mirar por ese placer contrahecho de presenciar el sufrimiento ajeno, mientras el que está fuera siente el alivio de no ser quien está dentro del artefacto, y no hay sitio para la verdadera piedad. Espectáculo circense sin pagar entrada, poniéndose las botas con un infeliz que clama impotente por una ayuda imposible, porque no hay nadie ahí alrededor que realmente sienta ese miedo, nadie que no se burle del hombre de la cabina, nadie que se identifique con él.
Extraña claustrofobia la de estar mirando la calle, el cielo abierto, la gente ahí a un paso, todo alejado por un cristal cruel, irrompible, unos milímetros que permiten ver lo de fuera pero no tocarlo ni acceder a la libertad perdida tan estúpidamente, una libertad que quizás nunca ha existido y no queríamos admitirlo, ahí tenemos el aviso de que en cualquier esquina nos podemos encontrar una cabina que nos atrapará de por vida.
El pánico del preso se pierde en el vacío de la indiferencia mientras es transportado a un lugar inconcreto que da pavor porque se sale de lo conocido, de la vida que él creía segura, porque descubre que no es el único (y en este caso mal de muchos no es consuelo de tontos), porque es terrible gritar sin que lo escuchen, languidecer de angustia y que sienta sobre él la risa sarcástica de algo que es peor que el odio: el olvido.
Vivoleyendo
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