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5
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Drama
La fama del saxofonista de jazz Charlie ’Bird’ Parker crece rápidamente a partir de su llegada a Nueva York en 1940. Pero Parker comienza a abusar del alcohol y las drogas, y su vida se convierte en un infierno. (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2009
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Casi nadie es profeta en su tierra.
Y, aunque para Charlie "Bird" Parker ese dicho podría aplicarse a medias, lo cual no puede decirse de muchos artistas menos venturosos que no han alcanzado el reconocimiento en vida, lo cierto es que la suya fue la trayectoria accidentada que a casi todos los artistas les toca.
Los que nacimos más tarde y por lo tanto no estuvimos presentes en aquellos momentos, ni en aquellas oleadas de evolución musical, hemos oído, aunque sea superficialmente y de pasada, la leyenda de un saxofonista que revolucionó el jazz. Indicio de que las leyendas tienen por costumbre agrandarse sólo cuando quien es protagonista de ellas ya se ha marchado. La semilla se siembra, sí, y germina, pero se resiste a crecer profusamente mientras su artífice aún da bandazos por estos lares tan proclives a colocar obstáculos.
Cuando las personas ya no están, cuando los artistas ya han abandonado su envoltura carnal y sus miserias humanas, sólo entonces su leyenda rompe las ataduras y vuela, porque a la imaginación popular le cuesta mucho menos idealizar a una persona muerta, que a una viva. El hombre castigado que era Charlie Parker, quien apuró su tiempo demasiado pronto, dejó tras sí sus obras, lo que lo hizo digno de pasar a una posteridad reservada a unos pocos.
La suya fue una leyenda forjada entre drogas, alcohol, tambaleos, altibajos, giras gloriosas unas veces, a la desesperada otras para ganarse el sustento. Entre genialidades surgidas en esos instantes mágicos de inspiración, y etapas estériles. Entre fuertes crisis personales y familiares, y poco prolíficos períodos de felicidad conyugal y doméstica.
Como un trotamundos que no se establece por completo en ninguna parte, "Bird" probó el sabor de las carreteras estadounidenses, hizo sus pinitos en Europa, respiró el cargado aire de locales en los que los instrumentos cobraban vida en melodías tan repetitivas como cambiantes, que parecían tocar por voluntad propia. Sus dedos se movían veloces por el saxo, y sus pulmones convertían su aliento vital en sonidos, muchas veces improvisados, que hacían furor.
Pero el público no siempre era complaciente. No todas las audiencias aceptaban los nuevos ritmos. No todas las giras tenían éxito, ni el dinero entraba a espuertas. Había familias que mantener, facturas que pagar. Y en eso Charlie solía ser como los demás diablos que hacen equilibrios para llegar a fin de mes.
Y, además, ser alcohólico y drogadicto no es una buena carta de presentación.
Y, aunque para Charlie "Bird" Parker ese dicho podría aplicarse a medias, lo cual no puede decirse de muchos artistas menos venturosos que no han alcanzado el reconocimiento en vida, lo cierto es que la suya fue la trayectoria accidentada que a casi todos los artistas les toca.
Los que nacimos más tarde y por lo tanto no estuvimos presentes en aquellos momentos, ni en aquellas oleadas de evolución musical, hemos oído, aunque sea superficialmente y de pasada, la leyenda de un saxofonista que revolucionó el jazz. Indicio de que las leyendas tienen por costumbre agrandarse sólo cuando quien es protagonista de ellas ya se ha marchado. La semilla se siembra, sí, y germina, pero se resiste a crecer profusamente mientras su artífice aún da bandazos por estos lares tan proclives a colocar obstáculos.
Cuando las personas ya no están, cuando los artistas ya han abandonado su envoltura carnal y sus miserias humanas, sólo entonces su leyenda rompe las ataduras y vuela, porque a la imaginación popular le cuesta mucho menos idealizar a una persona muerta, que a una viva. El hombre castigado que era Charlie Parker, quien apuró su tiempo demasiado pronto, dejó tras sí sus obras, lo que lo hizo digno de pasar a una posteridad reservada a unos pocos.
La suya fue una leyenda forjada entre drogas, alcohol, tambaleos, altibajos, giras gloriosas unas veces, a la desesperada otras para ganarse el sustento. Entre genialidades surgidas en esos instantes mágicos de inspiración, y etapas estériles. Entre fuertes crisis personales y familiares, y poco prolíficos períodos de felicidad conyugal y doméstica.
Como un trotamundos que no se establece por completo en ninguna parte, "Bird" probó el sabor de las carreteras estadounidenses, hizo sus pinitos en Europa, respiró el cargado aire de locales en los que los instrumentos cobraban vida en melodías tan repetitivas como cambiantes, que parecían tocar por voluntad propia. Sus dedos se movían veloces por el saxo, y sus pulmones convertían su aliento vital en sonidos, muchas veces improvisados, que hacían furor.
Pero el público no siempre era complaciente. No todas las audiencias aceptaban los nuevos ritmos. No todas las giras tenían éxito, ni el dinero entraba a espuertas. Había familias que mantener, facturas que pagar. Y en eso Charlie solía ser como los demás diablos que hacen equilibrios para llegar a fin de mes.
Y, además, ser alcohólico y drogadicto no es una buena carta de presentación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
"Bird" fue una de las figuras emblemáticas de unos años ya extinguidos. Una figura nada ejemplar, ni de vida más fácil que la de la mayoría, pero que saboreó, aunque fuese a pequeños sorbos y tras muchos tragos amargos, unas mieles que están fuera del alcance de quienes saben que a su muerte sólo serán recordados por unos cuantos, que se pueden contar con los dedos de las manos. O, para muchos, aún menos que eso.
Clint narra de forma correcta y ligeramente interesante (el jazz no es un género que me llame, y la película se me alarga más de la cuenta) acerca de una época, un estilo musical, un clima social, y la biografía de un artista que hizo lo que mejor sabía hacer, que amó, que sufrió, que se desencadenó un final prematuro y que conoció pocas recompensas, pero tal vez muy ricas.
Clint narra de forma correcta y ligeramente interesante (el jazz no es un género que me llame, y la película se me alarga más de la cuenta) acerca de una época, un estilo musical, un clima social, y la biografía de un artista que hizo lo que mejor sabía hacer, que amó, que sufrió, que se desencadenó un final prematuro y que conoció pocas recompensas, pero tal vez muy ricas.