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Voto de Vivoleyendo:
8
Ciencia ficción. Aventuras. Thriller Lo que en el pasado fueron los Estados Unidos, ahora es una nación llamada Panem; un imponente Capitolio ejerce un control riguroso sobre los 12 distritos que lo rodean y que están aislados entre sí. Cada distrito se ve obligado a enviar anualmente un chico y una chica entre los doce y los dieciocho años para que participen en los Hunger Games, unos juegos que son transmitidos en directo por la televisión. Se trata de una lucha a ... [+]
21 de abril de 2012
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he venido a enterar recientemente de que Suzanne Collins ha liderado una revolución en el mundillo de los best-sellers con su saga sobre los Juegos del Hambre. Sus novelas se sitúan en la línea futurista-apocalíptica de gobiernos tiránicos y opresores. Como el Partido y el Gran Hermano de “1984” de Orwell, o el poder de la manipulación genética y el abrumador desarrollo científico-tecnológico en “Nosotros” de Zamyatin o “Un mundo feliz”de Huxley, la clase dirigente y dominante, descabelladamente opulenta y decadente, mantiene un control absoluto sobre el resto de la población, bien sea manteniéndola en una pobreza extrema, apenas al nivel de la mera lucha por la supervivencia, bien adormeciéndola en un mundo artificial y automatizado, asegurándose la sumisión por el debilitamiento moral colectivo, por la ignorancia, por el lavado de cerebro y, sobre todo, por el miedo.
Por fortuna, en la comparación con la espantosa película “Battle Royale” japonesa que tanto boom causó, “Los Juegos del Hambre” sale mucho mejor parada en mi opinión. Para empezar, no me suscita muecas de desdén, sino por lo menos una respetuosa atención. Sin llegar a dejar una plena satisfacción (no está todo lo pulida que debiera), no obstante si uno se centra en lo positivo puede disfrutar de un buen thriller de ciencia-ficción con alegoría político-social, acción y romance. Ciertamente Jennifer Lawrence tiene imán suficiente para que uno esté pendiente de ella, y logra una meta que parece tan desdibujada en ese entorno engullido por lo virtual: que nos creamos sus sentimientos, que captemos la autenticidad del temor, del dolor, del amor y del sacrificio cuando casi todo lo que está a su alrededor es falso y engañoso, excepto el afán por sobrevivir y pocas cosas más como el afecto sincero (raro si sabes que más de una veintena querría verte muerta) o la compasión.
Las fichas de ese gran tablero de mentira que amenaza la vida y el alma de verdad son personas rebajadas al rango de peones desechables para divertimento de las audiencias televisivas. Para que los pobres jamás olviden sus cadenas, ni el pie que los pisa. Para que paguen año tras año por su pretérito (y subrepticiamente presente) delito de desear un futuro.
Tributos púberes entregados para aplacar la ira de los “dioses”, y aún más: la denigración suprema al competir a muerte. Bailando al son que el Capitolio dicta, títeres del público que observa su batalla, que para los contendientes es totalmente real, mientras los controladores y vigilantes de los Juegos se divierten ideando mil perrerías para ellos. Las apariencias inclinan asímismo la balanza, porque todo eso no deja de ser espectáculo, sangriento como un circo de gladiadores futurista, pero espectáculo para los telespectadores que no difieren demasiado de los que ven los telediarios en el siglo veintiuno y no se coscan ante la visión de horrores de toda naturaleza.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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