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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama. Romance Isabel la Católica (Susi Sánchez) envía a su hija Juana (Pilar López de Ayala) a Flandes para que se case con Felipe el Hermoso (Liotti). Se trata de un matrimonio de carácter político que sirve para sellar y garantizar una alianza dinástica entre los Reyes Católicos y el emperador de Alemania Maximiliano I, con el fin de aislar a Francia. Siguiendo la misma política, se había concertado el matrimonio de Catalina y Enrique VIII de ... [+]
3 de marzo de 2010
12 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Triste fue el destino de aquella reina infeliz, traicionada, objeto de conspiraciones, abandonada por todos a los que había amado.
Ella nació en la familia equivocada, en el momento erróneo tal vez. Porque le cayó encima la losa de una realeza a la que su espíritu no la inclinaba, y porque era demasiado fogosa, demasiado entregada e inconformista, en unas circunstancias que le exigían mesura, decoro, estoicismo, sangre fría y resignación. Pero ella no sabía ser más que una mujer obsesivamente enamorada. Cedida en matrimonio por alianzas territoriales (que era lo que se estilaba en las monarquías europeas), tuvo la suerte y la desgracia de caer en un flechazo fulminante con su consorte, el archiduque de Austria, Felipe de Habsburgo. Suerte, porque no eran muchas las princesas y reinas que conocían las mieles del amor matrimonial. Desgracia, porque aquel amor la condenó a un tormento sin fin.
La pasión sexual chisporroteaba entre los esposos, así como los choques y las trifulcas a causa de los celos fundados de Juana. Un amor-odio que quemaba y que consumía a la joven en una hoguera de deseo, y a Felipe en una oscilación entre la irresistible fogosidad de su mujer, la rebeldía contra su excesivo afán de posesión, los intereses en cuanto a la sucesión al trono de Castilla, y quizás cierta pena por el daño constante que le causaba con sus infidelidades, que debía de ser tambien algo de mala conciencia por el plan que iba a ejecutar con el consejo y apoyo de lenguas bífidas y ambiciosas, entre ellas la de su suegro, Fernando el Católico.
El cerco se cerraba en torno a aquella mujer de admirable fortaleza física pero muy vulnerable psíquicamente. Aunque habría que ser muy fría, dura de corazón y sobria de mente para permanecer incólume cuando tus padres te envían a los dieciséis años a un país desonocido, a casarte con un completo extraño, a una corte hostil donde te rodean personas infames que se ríen en tu cara porque estás más enamorada de lo que permiten las leyes humanas y divinas, dedicas tu vida a ese sentimiento y él no te corresponde, te traiciona y te humilla delante de toda la corte. Delante de todas las miradas que sólo se fijarán en tus actos desesperados porque el ser que más amas en el mundo es el que más dolor te causa.
La confabulación estaba servida en bandeja. Los conspiradores hicieron eco de lo que les interesaba, o sea, divulgar el comportamiento nada protocolario de la reina de Castilla.
Ahí se gestó su cárcel. Aunque en verdad se había gestado desde el momento en que vio por primera vez a su Felipe el Hermoso.
Vicente Aranda por una vez hizo cine mínimamente decente y Pilar López de Ayala se lució como una actriz de talento, poniendo rostro y entrañas a una de las soberanas más infortunadas sobre la faz de la tierra.
Ella cometió el delito de ser más mujer que otra cosa, de dejarse invadir por los sentimientos más intensos.
Y es que a veces el mayor delito es amar demasiado.
Vivoleyendo
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