Menudo trasfondo tiene esta película, que incluye comedia, drama, tragedia, tensión y, en definitiva, nos transporta de forma inteligente y muy crítica por debajo de la superficie del estilo de vida de las clases medias de la sociedad.
Muchas personas que pertenecen a las clases medias (que hoy día son casi todas) aspiran a lo que las ideologías dominantes (lideradas por la publicidad, el consumismo, los intereses materialistas de la sociedad) les inculcan: un trabajo bien remunerado, tener una gran casa amueblada al último grito, estar a la moda, adquirir todo lo que está a la última, poseer un cochazo, prestigio social... Pero, ¿a costa de qué?
La familia protagonista ha alcanzado todos esos objetivos, entonces, ¿qué es lo que no marcha?
-El padre de familia ha perdido la ilusión de su matrimonio convertido en una caricatura, detesta su rutinario trabajo en el que tiene que soportar a un jefe inaguantable, no se entiende con su hija adolescente, no se siente cómodo en su grande e impecable casa... Hasta que decide dar un giro radical a su vida y adoptar una nueva filosofía. Su voz en off es la que oímos a lo largo de toda la película.
-La madre de familia también ha perdido la ilusión de su matrimonio, está obsesionada con su trabajo, tampoco se entiende con su hija adolescente, tiene la manía de que su casa sea como un museo... Y buscará una salida mediante la infidelidad.
-La hija adolescente que no se comunica con sus padres, está acomplejada, es muy egocéntrica y mantiene una fachada excéntrica para marcar su diferencia o para llamar la atención, ya que se siente sola. Encontrará un amor insólito pero muy afín a ella, cuando un vecino se enamora de ella. Extrañamente, tiene una amiga con la que no guarda nada en común, que es muy popular, atractiva y cabeza de chorlito, que se cree el ombligo del mundo y es muy fantasmona. Esta amiguita traerá de cabeza al protagonista, Kevin Spacey.
-Los vecinos de esta familia tampoco son lo que aparentan.
Toda esa fachada que estas familias mantienen revela su fragilidad y el vacío de sus vidas. Cuando el protagonista (Kevin Spacey) empieza a aplicar su nueva filosofía y se va sintiendo liberado, comenzará al mismo tiempo a venirse abajo toda la fachada de hipocresía que rodea sus vidas y serán evidentes las carencias emocionales, la dificultad para demostrar y recibir amor, la incapacidad para establecer una comunicación sincera...
Agridulce y amarga, terriblemente dura pero también liberadora, de una forma sosegada y con una espléndida fotografía, unas excelentes actuaciones y una música muy adecuada, nos golpeará con sus mensajes y no nos dejará indiferentes.