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Voto de Vivoleyendo:
9
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7,7
402
Documental
En agosto de 1945, dos bombas atómicas acabaron con la vida de miles de personas en Hiroshima y Nagasaki. Algunos supervivientes, los llamados "hibakusha", comparten sus conmovedoras historias. (FILMAFFINITY)
9 de septiembre de 2011
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el patio del edificio de mi niñez, la misma pareja de golondrinas construía año tras año su nido en el mismo lugar y criaba a sus polluelos entre febrero y agosto. Generalmente la primera nidada moría casi al completo a causa de las noches aún invernales, pero la siguiente, ya entrando el verano, era más afortunada. Lo que no fallaba nunca era que los polluelos arrojaban fuera a su hermano más pequeño y débil, y una vez expulsado su familia ya lo rechazaba, por más que intentáramos volver a meterlo en el nido. Yo me las ingeniaba para cuidarlo lo mejor que sabía, aunque obviamente desconocía sus pautas y ritmos de alimentación y demás necesidades. Nunca conseguí que sobrevivieran más de dos o tres días, esforzándome cuanto podía. Me sentía terriblemente culpable cuando miraba sus cuerpecitos inmóviles al levantarme a la segunda o tercera mañana. Era como si yo les hubiera fallado, cuando ellos confiaban en mí. Sabía que yo no tenía la culpa de no poseer los instintos de una golondrina, pero aún así me sentía responsable de sus muertes.
Me pregunto cómo hacen para dormir por las noches los que son responsables de la muerte de una persona, no digamos ya de miles o millones. Cómo eran capaces de seguir adelante por ejemplo, por citar a los que nos interesan en esta reflexión, el presidente Truman, los que fabricaron “Little Boy” y “Fat Man” y los que pilotaron los aviones que arrojaron ambas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Yo me sentía fatal por no poder evitar que murieran unos pajarillos. No puedo concebir, porque es demasiado para mi limitada capacidad de asimilación, lo que debe de ser provocar premeditadamente el exterminio de cientos de miles de vidas.
Veo desfilar por este documental a hombres que fueron responsables directos de que aquellos monstruos cayeran sobre dos ciudades japonesas. Ellos describen sus acciones con esa calma de las décadas transcurridas, con ese tono neutro de los relatos retrospectivos que parecen referirse a otras personas, a otras que en la inconsciencia del momento no conocían el alcance de lo que iban a hacer. No sé qué sentir respecto a ellos. Lo primero que me pregunto es: ¿Cómo pueden dormir? ¿Cómo pueden comer, y sonreír, y seguir respirando, y seguir haciendo como que no ha pasado algo tan horroroso que casi puedo notar la vibración del aire crispado?
No tengo respuesta.
Me pregunto cómo hacen para dormir por las noches los que son responsables de la muerte de una persona, no digamos ya de miles o millones. Cómo eran capaces de seguir adelante por ejemplo, por citar a los que nos interesan en esta reflexión, el presidente Truman, los que fabricaron “Little Boy” y “Fat Man” y los que pilotaron los aviones que arrojaron ambas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Yo me sentía fatal por no poder evitar que murieran unos pajarillos. No puedo concebir, porque es demasiado para mi limitada capacidad de asimilación, lo que debe de ser provocar premeditadamente el exterminio de cientos de miles de vidas.
Veo desfilar por este documental a hombres que fueron responsables directos de que aquellos monstruos cayeran sobre dos ciudades japonesas. Ellos describen sus acciones con esa calma de las décadas transcurridas, con ese tono neutro de los relatos retrospectivos que parecen referirse a otras personas, a otras que en la inconsciencia del momento no conocían el alcance de lo que iban a hacer. No sé qué sentir respecto a ellos. Lo primero que me pregunto es: ¿Cómo pueden dormir? ¿Cómo pueden comer, y sonreír, y seguir respirando, y seguir haciendo como que no ha pasado algo tan horroroso que casi puedo notar la vibración del aire crispado?
No tengo respuesta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
También veo desfilar a los ancianos hibakusha, los arrasados supervivientes, con sus terribles cicatrices y secuelas, que se levantaron de las cenizas, porque a eso se redujeron dos ciudades enteras, cenizas, y reunieron fuerzas para vivir donde ya lo más fácil era tenderse entre los caóticos despojos y dejarse llevar hacia el dulce sueño eterno, que sin duda debía de pintar mucho mejor y más atrayente que la hecatombe que los rodeaba y lo que les esperaba en adelante. Hablan de sus familias aniquiladas y de la destrucción total de la que parecía imposible poder salir alguna vez. Ahí están, enseñando sus heridas y rememorando lo inconcebible. Eligieron continuar con gran fuerza de voluntad, porque no pocas veces debió de asaltarles la idea de acabar con el sufrimiento y la pérdida lanzándose ante un tren en marcha. Pero el deseo de vivir fue más fuerte. Sí, de seguir estando en este asco de mundo en el que existen las guerras y las armas nucleares. Será porque han optado por quedarse con el minúsculo lado bello de las cosas, con el recuerdo de alguien o algo que fue suficiente para que su motor vital deseara seguir combatiendo.
Un documental desde la vergüenza y el arrepentimiento, desde el dolor y el valor, desde el horror y la esperanza. Quizás desde la tímida voluntad de buscar un perdón que no se sabe si llegará, porque se ha ido demasiado lejos para recuperar un concepto tan limpio.
Pero seguiremos resurgiendo de las cenizas mientras dispongamos de un suelo bajo los pies y una atmósfera que respirar, y las plantas crecerán sobre el desastre, y la Tierra girará y los olvidadizos humanos debemos realizar el esfuerzo de no olvidar, y aprender de los hijos de la tragedia, los que siguen sonriendo a pesar de que habían perdido todo menos el latido de su corazón.
Un documental desde la vergüenza y el arrepentimiento, desde el dolor y el valor, desde el horror y la esperanza. Quizás desde la tímida voluntad de buscar un perdón que no se sabe si llegará, porque se ha ido demasiado lejos para recuperar un concepto tan limpio.
Pero seguiremos resurgiendo de las cenizas mientras dispongamos de un suelo bajo los pies y una atmósfera que respirar, y las plantas crecerán sobre el desastre, y la Tierra girará y los olvidadizos humanos debemos realizar el esfuerzo de no olvidar, y aprender de los hijos de la tragedia, los que siguen sonriendo a pesar de que habían perdido todo menos el latido de su corazón.