Al ver que Amenábar es uno de los productores, he pensado en que este thriller dramático podría haberlo escrito él, pues tiene su sello y su estilo. La dirección corre a cargo de Óskar Santos (no lo conocía, veo que es el de "Zipi y Zape y el club de la canica") y el guión, a cargo de Daniel Sánchez Arévalo, cuyo trabajo sí conozco bastante bien y que hasta ahora no me ha decepcionado. Lo cierto es que los dos aquí están a la altura, o casi, de mi realizador español favorito, el autor de esas pedazo de películas que son "Tesis", "Abre los ojos", "Los otros", "Mar adentro" y "Ágora".
No voy a destapar nada porque estos thrillers hay que experimentarlos de primera mano, si es que uno a pesar de tantos kilómetros recorridos todavía disfruta con la intriga mezclada con emoción y desenlaces impactantes.
Sólo diré que es muy interesante, entre otras muchas sugerencias, el viaje de sensibilización y despertar interior del aletargado protagonista, y el dilema sobre la implicación afectiva de quienes ejercen el oficio de curar.
¿Qué es mejor, aprender a distanciarse de los pacientes, inmunizarse contra el sufrimiento ajeno porque no sería posible para un sanador soportar ser testigo de tanto dolor? ¿Vivir acorazado contra los sentimientos para que nada afecte?
¿Qué medicina es más efectiva, la fríamente científica, académica e impersonal que no se para ni a mirar a los que padecen, o la del calor y la bondad humana, la de una mano que te toca no solamente para auscultarte o tomarte el pulso, la de un oído que te escucha y un rostro que te sonríe aunque sea un instante para darte ánimos?
¿Hasta dónde está uno dispuesto a sacrificar muchas cosas?