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Voto de Vivoleyendo:
7
Ciencia ficción. Drama. Comedia En un extraño y deprimente universo futurista donde reinan las máquinas, una mosca cae dentro de un ordenador y cambia el apellido del guerrillero Harry Tuttle (Robert de Niro) por el del tranquilo padre de familia Harry Buttle, que es detenido y asesinado por el aparato represor del Estado. El tranquilo burócrata Sam Lowry (Jonathan Pryce) es el encargado de devolver un talón a la familia de la víctima, circunstancia que le permite ... [+]
7 de julio de 2008
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Está claro que Terry Gilliam, uno de los integrantes de los Monty Python, no se deja clasificar. Irritante, sorprendente, imaginativo, ácido, irónico, surrealista, onírico, inquieto... Es un director propenso a la polémica porque su cine no suele ser fácil de digerir.
Pero por ello mismo me resulta bastante interesante, aunque esté de acuerdo en que seguramente se le va la olla bastante. Pero qué aburrido sería el cine a la larga si todos los directores fuesen coherentes y centrados...
Para mí de vez en cuando no está de más sentarme a ver una rayada del tipo de "Brazil", que si bien creo que podría haber sido algo grande en esto del cine de ciencia-ficción, también creo que Terry Gilliam no pretendía más que lo que hizo: dar lugar a una fantasía futurista-apocalíptica que critica y satiriza ácidamente, con un estilo humorístico de comedia negra, la sociedad burocrática de hoy.
Cuántas veces tenemos que rellenar papeles, impresos, solicitudes y formularios incomprensibles y situarnos a la cola de pardillos que esperan frente a una ventanilla cuyos empleados parecen autómatas entrenados para darte largas y pasarle la pelota a otras ventanillas, mientras te hacen dar vueltas con el probable propósito de marearte y conseguir que no les hagas trabajar más de la cuenta, ya que ellos, por supuesto, tampoco suelen tener puñetera idea de qué son esos papelotes y sólo piensan en meterse en las páginas guarras de Internet, en fumarse su cigarro, en tomarse un café interminable y ponerse a cotillear con los compañeros de oficina. Y, por supuesto, tras haber recibido la más que segura orden de los jefazos, quienes les inculcarán que el único propósito de la burocracia es convertir en borregos a un montón de pringadillos que tal vez sepan más de rellenar papeles que los peces gordos que se los inventan.
Gilliam consigue una ambientación delirante, recargada, exageradamente tecnológica, y al mismo tiempo intencionadamente destartalada, con esos antiestéticos tubos cruzando las habitaciones, esos ordenadores con aspecto de máquinas desvencijadas, esos aparatos con miles de cables, botones y mecanismos... Todo está tan cuadriculadamente regulado y sometido a leyes que controlan hasta lo que uno gasta en papel higiénico, todo sometido a códigos y números, todo informatizado y automatizado... Casi nada se puede hacer sin el consentimiento por escrito ni con el reglamentario recibo.
Sam Lowry, un empleado como tantos del complejo Ministerio de Información, sueña con la libertad, con poder volar hacia una plenitud que no es posible en una rutina vacía y milimetrada, en un trabajo monótono en el que los oficinistas aprovechan los descuidos del jefe para ver películas clásicas en sus ordenadores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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