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Voto de Vivoleyendo:
7
Drama Desde que su madre murió, Anka ha vivido con su padre, y su relación ha sido siempre más amistosa que paterno-filial. Cuarto de los diez mediometrajes realizados para la televisión por el director Krzysztof Kieslowski y el guionista Krzysztof Piesiewicz, denominados genéricamente "Decálogo". Cada uno de ellos se inspira en uno de los Diez Mandamientos. (FILMAFFINITY)
25 de abril de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Episodio 4. "Honrarás a tu padre y a tu madre."
De los cuatro primeros capítulos del Decálogo, este es el que encuentro más perturbador.
Por fuera todo parece normal. La urbanización habitual, pisos, ventanas, persianas tras las que atisban los vecinos, cada uno con sus problemas, dolores y esperanzas. Pronto ese edificio que nada tiene de particular comienza a dar paso a los universos que se desarrollan dentro de él.
Ahora nos trasladamos al tercer piso. Anna, una chica de unos veinte o veintipocos, se levanta por la mañana y, como una niña traviesa, despierta a su padre echándole un poco de agua por la cabeza. Él se venga después empapándola entera. Aquí se advierte algo raro en el aire; una especie de erotismo soterrado que hace sonar una alarma ("¿pero no son padre e hija?", se extraña una vocecilla dentro de nuestra conciencia). Aún con el ánimo festivo y con el pelo húmedo, se preparan para ir al aeropuerto, donde Michal va a coger un avión. Suena el teléfono y es el novio de Anna. Michal cotillea la conversación y parece... ¿celoso aunque no lo reconociera ni bajo tortura?
Se despiden en el aeropuerto y Anna se queda sola y desolada. Le intriga una carta que ha descubierto, dirigida a ella. Es de su madre, que murió a los pocos días de haberla dado a luz.
En este momento el mediometraje demuestra que por algo es de Kieslowski y el espectador ya francamente empieza a verse sumergido de pleno en una sensación... turbia que no le abandonará y que aumentará. Anna duda si leer la carta o no. Se dirige al río cercano y está a punto... Un hombre enigmático que ya apareció en algún episodio anterior la mira fijamente. Ese personaje, que debe de tener algún significado simbólico, observa como si supiera lo que ocurre y como si pudiera leer en el interior de la gente.
La carta actúa como detonante y la ambigüedad entra en juego, abriendo ciertas posibilidades tabú. Por eso lo de la sensación turbia. Anna es actriz; como ella, todos representamos roles adquiridos. El aprendizaje nos transmite hábitos, conductas, valores morales y principios éticos, nos dicta cómo ha de ser nuestra relación con el mundo. Al nacer somos completamente maleables, todo es posible; es la educación la que nos impone límites y barreras. Por eso lo que es socialmente permitido y lo inadmisible entran en el código de cada civilización y varían de cultura a cultura. Desde niños se nos enseña cuál es el papel que nos toca en el gran teatro de la vida.
La carta de su madre sitúa a Anna en un punto de inflexión en el que digamos que en un aspecto concreto se coloca en un momento similar al del bebé que todavía ignora las normas: antes de la imposición y la prohibición. Tal vez la chica fantasea con un secreto y oscuro deseo que podría ser factible si Michal no fuera su padre. Porque un fuerte complejo de Electra, por denominarlo de alguna manera, planea sobre ella, hasta el punto de alterar su vida sentimental con otros hombres. Y el tabú, tan arraigado en el espectador, lo turba, quien no se siente nada cómodo ante esta extraña relación que casi bordea el incesto. Sobre todo porque la corriente de "más que padre e hija" que, tras la inquietante carta de contenido... ¿desconocido?, se insinúa recíproca, revela una frontera que no se debería traspasar. Incluso en el supuesto de que Michal no fuese el padre biológico de Anna. Por el simple hecho de haberla criado como si lo fuera.
Hay algo enfermizo. Porque una cosa es que una niña idolatre a su progenitor, y otra que una mujer esté enamorada del hombre que la ha cuidado desde que nació. Y que éste de algún modo, aunque sea subrepticiamente y aplastado de culpa, admita que corresponde a ese sentimiento.
Sí, Kieslowski ha avanzado más lejos de lo que lo había hecho antes. Y nos hace pensar en cómo adoptamos distintas actitudes según el papel que nos haya tocado. Está claro que si se ha crecido junto a un hermano o un primo al que se considera como hermano no se los podrá considerar de otra manera. Pero si no se hubiera conocido a este hermano o primo hasta ser mayor, uno podría enamorarse del primo o, de no saber que el hermano es tal también podría pasar (se han dado casos).
La cuestión es que el incesto es un crimen en nuestra sociedad. No siempre lo ha sido ni ha estado mal visto en todas partes (el antiguo Egipto es una de las muestras más claras que han llegado hasta nuestros días), pero en la actualidad sí lo es. Y si hay personas que desarrollan sentimientos anómalos (padres con hijos, hermanos con hermanos...), es algo tan malsano que horroriza y repugna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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