Apenas discreta continuación que no resulta ya tan efectiva desde su contundencia humorística.
Su divertida y patológica historia -dividida en dos partes bien diferenciadas que se van desarrollando simultáneamente (la del casamiento del Tío Fester y la de los niños en el campamento)- está plagada de humor negro, de extravagantes situaciones que tratan de resultar jocosas en su absurdo y morbosidad, de mortuorio romanticismo, de avariciosa mala leche en las intenciones, y de algunos toques punzantes en la crítica de algunos tópicos de la realidad americana.
No hay dudas que uno de los atractivos del filme es su estética en el diseño de arte, en su vestuario, maquillaje y en su lóbrega fotografía; con elementos góticos que otorgan una atmósfera tenebrosa y envolvente por su densidad.
A la par de lo anterior, también hay que mencionar como punto fuerte las interpretaciones de los actores, quienes le brindan mucho carisma a sus personajes. La química y la energía que existen en sus respectivos despliegues histriónicos les confiere al filme un dinamismo idóneo para que no resulte aburrido, aunque le falta bastante ocurrencia y sagacidad para que derive en una alternativa más consistente y efectiva en sus premisas.