Si bien los elementos que la componen resultan convencionales, son efectivos dentro de lo que una cinta de escasos 50 minutos puede desarrollar: algo de suspense psicológico, un pacto diabólico para superar una tragedia familiar, una protagonista juvenil ataviada con indumentaria colegial para acicatear al público masculino, algunos personajes bien perturbados como para darle una onda “freak”, una más que interesante fotografía para adornar las imágenes e imprimirle una impronta sugestiva desde la ambientación y el infaltable toque sobrenatural de la mano de un monstruo bastante conseguido desde lo técnicamente digitalizado. Todo ello configura un marco más que idóneo para un filme agradable tanto desde lo estético como desde su historia, la cual mantiene el suspense hasta el final y si bien no trae nada impactante ni novedoso, al menos no cae en el terreno de lo tosco y lo absurdo.
Sin tener tanto como para encomiar, pero por mantenerse bastante coherente dentro de su argumento y por conservar la expectación del espectador en la resolución, no me caben dudas que estamos en presencia de uno de los mejores capítulos de una serie bastante limitada que nos deja con un sabor bastante amargo de boca en materia de terror, al menos en esta primera temporada.