Gran filme de la década del ochenta, tanto por su intensidad como por su atractivo despliegue visual. Tenemos una cinta que nos sumerge a un mundillo de fenómenos paranormales con un firme pulso narrativo, donde lo más llamativo es toda la parafernalia de efectos especiales (nominados al Oscar) que envuelven al relato. Sin duda alguna que para la fecha de realización, los mismos habían cautivado a los espectadores y daban mucho de qué hablar. Pero este filme además tiene el atractivo de producir un terror psicológico al poseer elementos que inquietan, de los cuales creo que el hecho de incluir niños dentro del conflicto principal ha sido algo que perturba.
La atmósfera es tensa debido a esa sensación de agobio de unos padres que han perdido a su amada hijita y se ven envueltos de extraños fenómenos que han desestabilizado la cotidianeidad diaria.
Si bien la cinta es extremadamente exagerada en sus planteos, la misma atrapa por la fuerza y contundencia visual-estética, así como también por el vigor en las circunstancias que presenta.
Inquietante, perturbadora, un gran exponente que se ha convertido en un clásico por su argumento y en donde muchas de sus escenas permanecerán en la retina de cualquier cinéfilo. Párrafo aparte para la histérica banda sonora de Jerry Goldsmith que se erige como un complemento ideal para el dinamismo de este filme que ansía en todo momento la liberación de una situación extremadamente agobiante.