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Voto de travis braddock:
7
Drama En un remoto valle de Islandia, dos hermanos que no se hablan desde hace más de cuarenta años deberán unir fuerzas para salvar su bien más preciado: su rebaño de carneros. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque la evolución del mundo nos afecta a todos por igual y, queramos o no, los sucesos que pasan en la otra parte del planeta acaban haciéndose sentir de alguna manera en nuestra vida, el ritmo de evolución sigue teniendo sus diferencias y hay lugares donde tarda más en manifestarse. El campo suele ser considerado un lugar donde parece aquilatarse el tiempo y donde muchos buscan refugio ante los agobios del día a día. Donde parece imperar un orden diferente, con sus propias leyes, de modo que los más urbanitas acaban sintiéndose desorientados ante esa comunión más franca que los allí nacidos establecen con la tierra que pisan. Sin embargo, por tranquilo y apartado que parezca un reducto rural, siempre acaba surgiendo el momento en el que el resto del mundo se manifiesta. Y eso es lo que les sucede a los protagonistas de ‘Rams: El valle de los carneros’.

‘Rams: El valle de los carneros’ es el segundo largometraje del islandés Grímur Hákonarson, que plasma la peculiar historia de estos dos hermanos que viven solos, en las mismas tierras, sin hablarse por viejas rencillas desde hace décadas y acompañados únicamente por aquello a lo que han dedicado sus mayores esfuerzos vitales: sus carneros y sus ovejas. Animales de los que ambos parecen haberse contagiado de su apariencia con sus barbas y cabellos desmadejados. Una sola cosa les mantiene en contacto; un perro, que hace de correo cuando deben transmitirse algún mensaje. Gummi parece llevar la situación mejor que Kiddi, entregado al alcoholismo, pero su aparente serenidad no deja de ser un parapeto tras el que camufla sus emociones.

La película es una historia a caballo entre el drama y la comedia. Con ese negro sentido del humor tan del gusto de muchas producciones nórdicas que, por momentos, provoca que uno pueda reírse y compadecerse al mismo tiempo de lo que le sucede a los personajes. Recuerda también a aquellas cintas británicas de los Estudios Ealing (‘Pasaporte para Pimlico’, ‘Whisky a go-go’ ) en las que un argumento sencillo envuelve a un excéntrico grupo humano para poner de manifiesto ideas sobre el sentido del mundo y de una vida en la que reír, parece la mejor opción ante las zancadillas del día a día. Porque lo bueno de estas historias es que, estando ambientadas en latitudes que nos pueden parecer lejanas, nos hablan de cosas muy reconocibles. El tono ocre de los paisajes islandeses es el escenario ideal para desarrollar un puñado de vidas no mucho más luminosas, tan conectadas a esos paisajes y a una forma de supervivencia que son tan antiguas como las rivalidades que enfrentan a los hermanos.
travis braddock
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