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Voto de Gunnar Hansen:
3
Terror En 1973, una joven enfermera se ve obligada a realizar el turno de noche de un hospital en ruinas justo cuando una huelga de mineros provoca cortes de luz por todo el país. Dentro de las paredes del hospital se esconde una aterradora presencia que amenaza con consumir a la joven y a todo aquel que se encuentre cerca de ella. (FILMAFFINITY)

Estreno: 8 de abril en Shudder.
2 de febrero de 2022
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
De un tiempo a esta parte, la actualidad social ha ido permeando el cine contemporáneo. El terror, como no podía ser menos, también se ha visto afectado por este afán de hacerse eco y reflejar en sus propuestas los nuevos temas que, en diferente grado, vienen preocupando a la ciudadanía. Algo que, como cualquiera sabrá, no es nada nuevo ni necesariamente negativo. De hecho, si ha existido un género que vehicule crítica social, preocupaciones, inseguridades y miedos colectivos, este ha sido, sin lugar a dudas, el terror y la ciencia ficción. Ciertamente, es un dato sabido que, con cada crisis socioeconómica, con cada convulsión del statu quo, el terror ha nutrido su producción hasta ser el género más lustroso y en forma de todos.

The Power es un buen ejemplo de este uso (y abuso) de los temas de actualidad y de las preocupaciones de diversos sectores de nuestras sociedades posmodernas, cada vez más complejas, individualistas y fragmentadas. El problema es que tanto “buenrollismo” y moralina fácil acaban por fagocitar toda potencialidad transgresora del género, ahogando en lo llamado políticamente correcto cualquier premisa que no abunde en los mismos tópicos moralistas que victimizan y acusan a través de composiciones en un simplista blanco y negro, sin grises ni matices. Solo el discurso hegemónico tiene cabida, unidimensional, sin discusiones ni desviaciones.

Este creciente cerco a la libertad creativa y la nueva censura (o, peor aún, autocensura) empequeñece la sci-fi y el terror, que ve menguada su capacidad de transgredir siendo cada vez más dócil al sistema y menos gamberra y díscola en premisas y desarrollo. Como en los peores momentos del puritanismo, del macartismo y su caza de brujas o de regímenes totalitarios en que se examinaba cada obra en busca de desviaciones de la narrativa oficial y del mensaje moralmente deseado, los nuevos paradigmas contemporáneos encorsetan la autonomía creativa, conduciéndola por los estrechos derroteros de la corrección política (léase, moral). Salirse de ellos supone la inclusión en una creciente lista negra, convertirse en merecedor de la repudia del gremio y del coaccionado público, una segura candidatura al exilio profesional. Con un panorama así, la mayoría termina por aceptar las nuevas reglas del juego y pasar por el aro, admitiendo convertirse en portavoz de lo que las posturas hegemónicas quieren que se vea y escuche, sin discrepancia de los mensajes que se pretenden transmitir.

The Power es una película de este tipo. Producción típicamente inglesa, buena en su forma, sobria y con gran solvencia en su puesta en escena. Morfológicamente impecable, con una idea de arranque y una ambientación sumamente potentes, prometedoras de una buena película de género que, sin embargo y poco a poco, conforme desarrolla su narrativa va encallando en tópicos, asfixiado su avance por el discurso dominante que hace previsible hacia donde se dirige y lo que va a pasar. Arenga fácil, en bruto, sin problematizaciones que inviten a la reflexión, lastres que evidencian el destino argumental antes de que este consume sus planteamientos. Sobre explicado, con esa necesidad del cine de terror de nuevo cuño de ofrecer un mensaje mascado y fácil al espectador, sin posibles dobles lecturas o ambigüedades en su interpretación. Una infantilización del género conforme a lo que los sectores hegemónicos proponen, con mensajes fáciles de compresión y ligereza intelectual donde todo es como desde dichas esferas se pretende que sea.

El terror siempre ha sido rompedor. Se ha jactado de ir contra la moral imperante, mostrando aquello que otros géneros no se atreven, yendo más allá de convencionalismos y estándares sociales, contraviniendo lo políticamente correcto y el “buen gusto” burgués. Ahora, con el secuestro de su tradicional filosofía por parte de imposiciones de estudios y lobbies dominantes (tanto de la industria cinematográfica como fuera de ella), se está perdiendo su esencia gamberra, provocativa y disidente. Se está convirtiendo en portavoz del mainstream y del statu quo que antes atacaba, un género sometido a lo que ciertos grupos imponen como "políticamente correcto" en un ejercicio de censura que limita su esencia y coarta cualquier enfoque subversivo y postura antisistema que en otros tiempos representara. Este no es mi cine de terror. Es más, esto no es cine de terror. Esto es propaganda mainstream.
Gunnar Hansen
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