Conviene intentar olvidarse de "Amanece que no es poco" para poder disfrutar de este nuevo film de José Luis Cuerda, excelente cineasta español al que habría que revindicar más por estos lares, ya que alterna un humor sarcástico al más puro estilo Azcona-Berlanga con perlas de cosecha propia, con un especial don para meter el dedo en la llaga en aspectos teológicos y la esencia de aquello que vendría a ser "lo español".

Aquí, la divinidad es Fernando Fernán Gómez (como siempre, impecable), convertido en el alcalde paternal y severo de un pueblo made in Spain, donde no falta de nada. Si uno fallece de una borrachera (tal es el caso del personaje interpretado por el inolvidable Luis Ciges), le está esperando San Pedro, tornado en un guardia civil de los de antes (nada menos que Paco Rabal nos lo brinda).

Que no se alarmen las personas creyentes. No se detecta tantas ganas de ofender como de provocar un poquito y hacer reflexionar a propios y extraños, a religiosos y agnósticos, pasando por ateísmos. Aquí, Jesucristo (Jesús Bonilla) arrastra una fuerte depresión por su anterior paso por la Tierra, culpándose de lo que pasó y debiendo ir al psico-analista, algo celoso de de que su padre quiera volver a tener otro retoño.

Conceptos muy interesantes que hubieran debido exigir mayor compostura y menos humor absurdo, pero eso es casi de imposible pedírselo a Cuerda, para lo bueno y para lo malo, él es así. Da pena lo desaprovechados que están actorazos como Alexandre o Agustínm González, pero es una historia coral de reparto muy potente y no hay tiempo para exprimir todos estos talentos.

Queda como un planteamiento inicial con dosis de brillantez, gags inspirados y un aroma de sinfonía inconclusa.

Este Apocalipsis debería haber sido algo menos lírico... y también más directo.