Dogville propone un trabajo arriesgado y fuera de lo común en el cine actual. Romper moldes y columnas, abstenerse de usar los ya anticuados métodos de conseguir el aplauso del mundo entero. Dogville va más allá de eso. Nos muestra una historia que, independientemente de que sea real o ficticia, se narra con soltura y no sobra nada. La historia pasa exclusivamente en el pueblo de Dogville por lo que la gente ya debe pensar que la historia es absurda y aburrida. Y todavía no he mencionado que las casas están pintadas.

Dogville intenta mostrar una historia de una forma muy íntima. Si no hay paredes, no es por presupuesto o por ganas, sino para mostrar la desnudez, el núcleo de la historia. Todo pasa en las casas, pero cuando se muestran planos generales, podemos ver las vidas de los vecinos y sus emociones: alegría, temor, tristeza. En las partes importantes, esos sobrecogedores planos nos muestran como los vecinos ignoran lo que ocurre a su alrededor y eso es sublime. Todo el foco es el pueblo entero. Quitando a Grace, los demás están en un mismo lugar, situación y todos son igual de vulnerables a las cosas de la vida. Como en el teatro, que es más fácil mostrar por imágenes simples, emociones complejas.

El gran talento de Von Trier y su originalidad nos dan un producto de máxima calidad por su estudiado modo de funcionar y de hacer ver y no sugerir, todo lo contrario, todo son imágenes. La cámara en mano nos dan puntos subjetivos contraponiéndose a los objetivo de los amplios planos del pueblo. El ritmo no da un respiro, todo impresiona. Otra cosa excelente de la película es Nicole Kidman; soberbia.

Impresionante, profunda, sencilla y directa. Así es como es la película de Lars Von Trier.
9.6