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Voto de FERNANDO BERMEJO:
7
Drama William y Madeleine, un viejo matrimonio que vive apaciblemente, siguen enamorados y ninguno de ellos ha sido nunca infiel al otro. Como él acaba de prejubilarse y su única hija se va a estudiar a Italia, les sobra tiempo. Durante un paseo por las colinas, Madeleine coloca el caballete en un prado para pintar una puesta de sol. Allí conoce a Adán, el alcalde del pueblo, un hombre culto y ciego, que le muestra una casa del prado que está ... [+]
3 de agosto de 2007
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un paisaje paradisíaco, verde y frondoso cual Edén bíblico. Una pareja feliz pero confundida y desubicada. Unos vecinos encantadores, de enigmática hospitalidad. Inicialmente ningún indicio parece indicarnos que nos hallamos ante una tierna y tórrida historia sobre parejas liberales.

Desde que le fuera concedido merecidamente en el año 2001 el premio Cesar al mejor actor por su labor interpretativa en Harry, un amigo que os quiere, Sergi López parece haberse especializado en personajes extremos, bien por la maldad intrínseca que les mueve (Sólo mía, El laberinto del fauno), bien por la amable extravagancia de sus costumbres e intenciones. Adán, el alcalde invidente al que el actor catalán da vida en esta ocasión, se halla, al igual que Harry, en el segundo grupo de esta tipología de caracteres, pues el persuasivo y aparentemente desinteresado encanto con que convence al matrimonio protagonista para que participe en un intercambio de parejas, no está exento de cierta bonhomía, la que conlleva abrir la mente de dos personas estimadas que concebían la institución marital de manera tradicional, con la fidelidad como pilar garante de una incierta estabilidad.

Demasiado bonito para ser cierto
William y Madeleine, un matrimonio maduro y de clase media-alta, se traslada a vivir al campo. Allí conocen a Adán, un hombre ciego que es el alcalde del pueblo, y a su joven esposa, Eva (simbólicos y germinales nombres bíblicos que cobrarán sentido rápidamente). Ambas parejas no tardan en simpatizar, pero lo que William y Madeleine no sospechan ni remotamente es que sus adorables vecinos tienen una particular visión de las relaciones amorosas y de pareja. El conflicto se desata cuando los dos recién llegados, después de experimentar el placer y la sensualidad que supone intercambiar a la pareja, se percatan de que la nueva experiencia, que no sólo les ha satisfecho plenamente sino que además desean repetir, no ha perjudicado en absoluto el afecto y respeto mutuo que se profesan. Es así como los hermanos Larrieu, con tono optimista y agradable fluidez, nos plantean una pequeña historia (que paradójicamente supone una gran aventura para la pareja protagonista), llena de sutilezas y ambigüedades, humana y libertina a partes iguales. Un original cuento moral, abundante en humor y erotismo, a través del que se cuestionan los principios rectores de la sempiterna institución marital y se invita a las parejas con décadas de convivencia a sus espaldas a huir de la rutina y a vivir la pasión y la fantasía libres de ridículas ataduras morales. Es en este afable planteamiento, embriagador y del todo digerible, donde a la postre, y tras asimilar la información recibida, encontramos el principal defecto del filme, pues no me cabe la menor duda de que (desgraciadamente) la naturalidad con que se nos presenta la idílica situación no seria homologable en la vida real.¿O sí?.
FERNANDO BERMEJO
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