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España España · Madrid
Voto de Servadac:
8
Musical. Romance. Drama Henry es un monologuista cómico de humor incisivo. Ann, una cantante de renombre internacional. Centro de todas las miradas, juntos forman una pareja feliz rodeada de glamur. El nacimiento de su primogénita, Annette, una niña misteriosa con un destino excepcional, les cambiará la vida. (FILMAFFINITY)
25 de septiembre de 2021
48 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
–So May We Start–

‘Annette’ es la desembocadura de un río que nace en la filmografía temprana de Carax. Desde el famoso travelling lateral que acompaña al frenético Denis Lavant en ‘Mala Sangre’ al son de ‘Modern Love’ de David Bowie hasta la nostálgica interpretación de ‘Who Were We’ a cargo de Kylie Minogue en ‘Holy Motors’, pasando por el ‘Danubio azul’ de ‘Los amantes del Pont-Neuf’, parecía cuestión de tiempo que el director francés abordara el musical; un género libérrimo en el que zambullirse dando rienda suelta al ruido, furia y caos que alientan en su alma.

Los hermanos Russell y Ron Mael, del grupo Sparks, componen una ópera rock oscura y sensitiva que empasta ejemplarmente con la trama argumental. Disonancias, bloques de sonido, estridencias y suaves melodías se enlazan en una partitura que nos lleva de la mano a la fascinación de lo sencillo y turbio de la vida de pareja.

–We Love Each Other So Much–

En ‘Los paraguas de Cherburgo’ descubrí mi lado cursi. Esa cinta es para mí, junto a ‘Mulholland Drive’, un nudo de tristeza. El sentimiento que une a Guy y Geneviève, tan puro, tan manido y simple, me produce el efecto de una sublime miniatura de cristal; quisiera mantenerlo a salvo en una urna a prueba de erosiones, suspender el tiempo y evitar su deterioro; su fragilidad, al fin, me rompe el corazón. Lo mismo me sucede con el ‘sueño americano’ de la Diana/Betty interpretada por Naomi Watts. Cuántas veces he querido colarme en sus secuencias, salvarla y acogerla.

Entra el piano en el tema de amor de Henry y Ann y siento una punzada; sé, de algún modo, que nada puede acabar bien. Gregorio Belinchón, en ‘El País’, dice que la canción es indigesta. Y es que la indigestión está en la base de los amores contrariados. La virtud cardinal de la música es, precisamente, que mueve los afectos sin necesidad de dar tributo a la razón. Inútil pues justificar por qué sus notas me conmueven.

–I'm an Accompanist–

Ella, idealizada; él, un simio alto y desgarbado, provocador y casi tierno, con un evidente gen de oscuridad. El desempeño de Adam Driver resulta formidable, en un papel resbaladizo y arriesgado, a punto siempre de caer. Mantiene el pulso en los monólogos, en los momentos de tensión, incluso si su 'partenaire' es una marioneta.

–She's Out of this World! –

Cuenta Leos Carax que la búsqueda de la intérprete de Annette era prácticamente una quimera. No sé qué habrá de cierto o de fingido en sus palabras, pero el recurso utilizado es sorprendente y atinado; pocas veces se habrá hecho mejor de la necesidad virtud. La presencia de la niña es extraordinaria, en el sentido etimológico del término. Hipnotiza y desconcierta por igual. Cuando, más adelante, comparece en su actuación primera en otra escena de gran riesgo, la marioneta consigue emocionarnos con su flotar aéreo y su voz aguda y quebradiza. La metáfora es obvia y transparente; como escribe Francesc Miró en ‘elDiario.es’, el director “está convencido de que cuanto más explícito sea, más conectará con una audiencia cuya inteligencia él mismo pone en duda.”

–Six Women Have Come Forward–

Un breve inciso de crítica social. Cómo no pensar en el movimiento #MeToo o en el stand-up comedian Louis C. K. al escuchar la denuncia de las seis mujeres que comparecen en el tramo medio de la cinta.

‘Annette’ no es sólo un musical de autor, autoconsciente y desbocado; es también una crítica feroz de la masa adocenada y de cierta masculinidad mal entendida. El público, robotizado, habla al unísono, siguiendo los dictados de una invisible autoridad moral que mueve hilos y conciencias.

–Let's Waltz in the Storm! –

Si tuviera que resumir la obra completa de Leos Carax en una sola frase, lo haría quizás con el título de esta canción; todo su cine es como un vals en la tormenta. Un baile visceral. Caótico, intuitivo; excéntrico, imperfecto, extravagante y diferente.

El director francés acepta un material ajeno y lo hace propio; todo el film queda impregnado de sus demonios interiores. Sobrevuela en su atmósfera la muerte, en 2011, de su compañera Yekaterina Golubeva. Una muerte cuyas circunstancias, aún hoy, no han sido esclarecidas.

“En ocasiones uno mismo es su peor enemigo”, diría ante los medios.

–Sympathy for the Abyss–

‘Annette’ es, en suma, un ‘tour de force’ brechtiano y atrevido. Es igualmente una celebración: ahí está la huella de ‘A Star Is Born’ en su argumento; y el plano archifamoso de ‘The Crowd’. El inicio es una invitación para ir al cine y la intervención última de Henry McHenry, “stop watching me”, da pie a reflexionar.

Carax es un funambulista, se mueve siempre al borde del abismo. Como en el cuento de Poe, aun sabiendo que el vértigo le puede aniquilar, es incapaz de no mirar a lo profundo. La cinta transcurre al filo permanente del ridículo, lo bufo frisa la vergüenza ajena. Por ello es comprensible que el público, cierto público, lo acabe censurando. Pero qué sería del arte sin una personalidad como la suya; qué sería de nosotros si el cine fuera un cine funcionario. Aplaudo sus ganas de innovar, de tomarse la vida como un salto en el vacío.

Cierra los ojos y siente el viento al descender.
Servadac
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