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Voto de Jose_Lopez_5:
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34.246
Acción. Thriller
Cuando el Almirante James Greer cae gravemente enfermo, Ryan es nombrado subdirector de la CIA. Su primera misión: investigar el asesinato de uno de los amigos personales del Presidente, un importante hombre de negocios vinculado al tráfico de drogas colombiano. Pero sin que Ryan lo sepa, la CIA ha enviado una fuerza paramilitar, dirigida por el temible Clark, contra el cártel colombiano. Atrapado entre dos fuegos, Ryan decide arriesgar ... [+]
10 de octubre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1992, Harrison Ford se puso en la piel de Jack Ryan, personaje creado por el fallecido Tom Clancy. Un agente de la CIA especializado en el análisis de información que acaba viviendo multitud de aventuras.
Ryan había nacido con la primera novela de Clancy, que fue también un pelotazo editorial descomunal: "The hunt for red October", publicada en el 84. En el 90, con Clancy ya elevado a la categoría de figura nacional (amén de millonario), fue adaptada al cine con el mismo título, "La caza del Octubre rojo", con Alec Baldwin poniendo cara a Ryan en la pantalla por vez primera. Su segunda incursión cinematográfica, sin embargo, recayó en el, por entonces, exitoso Ford y la película "Juego de patriotas" (1992), basada en otra novela de Clancy.
"Juego de patriotas" hizo buena caja, convirtiendo su inversión de $45 millones en $178 millones. Un ratio taquilla/presupuesto de casi 4, lo que estuvo muy bien. Dos años más tarde volvió a encarnar al personaje en esta otra, "Peligro inminente", que, de nuevo, recurría a otra novela homónima de Clancy editada en el 89.
La película vuelve a contar las aventuras de Ryan, quien ahora ocupa un puesto importante en la CIA, mezclando todos los elementos que ya eran habituales en eso que se ha venido a llamar el "ryanuniverso": intrigas políticas, patriotismo estadounidense, militarismo a raudales descrito con precisión y tecnología puntera al servicio de los héroes. Nada nuevo para los seguidores del personaje.
Cualitativamente no está mal y, de hecho, supera a los trabajos posteriores hechos por Affleck y Pine en los años 2002 y 2014, respectivamente. Ford aporta a Ryan ese toque personal que tanto gustaba en los 80 y 90, haciendo de él un tipo encantador, atractivo, fuerte pero vulnerable, éticamente intachable, brillante a más no poder, comprometido con su trabajo y su familia, y con un sentido del deber a prueba de bombas. Vamos, lo que no es casi nadie en esta vida.
La película, sin embargo, tiene detalles curiosos, como que el personaje de Ryan esté a punto de hacer una barbaridad contraria a su personalidad, aunque rápidamente lo blanquean para que pase desapercibido (véase spoiler 1). Eso, y alguna que otra incongruencia que mejor no tener en cuenta (véase spoiler 2). A su lado, James Earl Jones en un papel menor, y un William Dafoe con un careto imposible de olvidar. El resto es lo esperable: buenos con mucha puntería, malos necesitados de clases de tiro, políticos corruptos y un Ryan, tan recto y ético, que denunciaría a su vecino por tener la hierba del jardín más larga que la media del vecindario.
En resumen, si le gustan las novelas de Clancy, es muy probable que le encante este trabajo. Si es crítico con ellas, probablemente tuerza el gesto ante lo que son las señas de identidad de este escritor. Porque con Clancy hay que tener muchas tragaderas. En cualquier caso, la presencia de Ford es un punto a favor. Eso sí, la película no deja de ser una descomunal campaña promocional de los ideales de EE.UU., presumiendo de que son estupendos incluso cuando se les cuela la corrupción por debajo de la puerta y toca barrer.
Ryan había nacido con la primera novela de Clancy, que fue también un pelotazo editorial descomunal: "The hunt for red October", publicada en el 84. En el 90, con Clancy ya elevado a la categoría de figura nacional (amén de millonario), fue adaptada al cine con el mismo título, "La caza del Octubre rojo", con Alec Baldwin poniendo cara a Ryan en la pantalla por vez primera. Su segunda incursión cinematográfica, sin embargo, recayó en el, por entonces, exitoso Ford y la película "Juego de patriotas" (1992), basada en otra novela de Clancy.
"Juego de patriotas" hizo buena caja, convirtiendo su inversión de $45 millones en $178 millones. Un ratio taquilla/presupuesto de casi 4, lo que estuvo muy bien. Dos años más tarde volvió a encarnar al personaje en esta otra, "Peligro inminente", que, de nuevo, recurría a otra novela homónima de Clancy editada en el 89.
La película vuelve a contar las aventuras de Ryan, quien ahora ocupa un puesto importante en la CIA, mezclando todos los elementos que ya eran habituales en eso que se ha venido a llamar el "ryanuniverso": intrigas políticas, patriotismo estadounidense, militarismo a raudales descrito con precisión y tecnología puntera al servicio de los héroes. Nada nuevo para los seguidores del personaje.
Cualitativamente no está mal y, de hecho, supera a los trabajos posteriores hechos por Affleck y Pine en los años 2002 y 2014, respectivamente. Ford aporta a Ryan ese toque personal que tanto gustaba en los 80 y 90, haciendo de él un tipo encantador, atractivo, fuerte pero vulnerable, éticamente intachable, brillante a más no poder, comprometido con su trabajo y su familia, y con un sentido del deber a prueba de bombas. Vamos, lo que no es casi nadie en esta vida.
La película, sin embargo, tiene detalles curiosos, como que el personaje de Ryan esté a punto de hacer una barbaridad contraria a su personalidad, aunque rápidamente lo blanquean para que pase desapercibido (véase spoiler 1). Eso, y alguna que otra incongruencia que mejor no tener en cuenta (véase spoiler 2). A su lado, James Earl Jones en un papel menor, y un William Dafoe con un careto imposible de olvidar. El resto es lo esperable: buenos con mucha puntería, malos necesitados de clases de tiro, políticos corruptos y un Ryan, tan recto y ético, que denunciaría a su vecino por tener la hierba del jardín más larga que la media del vecindario.
En resumen, si le gustan las novelas de Clancy, es muy probable que le encante este trabajo. Si es crítico con ellas, probablemente tuerza el gesto ante lo que son las señas de identidad de este escritor. Porque con Clancy hay que tener muchas tragaderas. En cualquier caso, la presencia de Ford es un punto a favor. Eso sí, la película no deja de ser una descomunal campaña promocional de los ideales de EE.UU., presumiendo de que son estupendos incluso cuando se les cuela la corrupción por debajo de la puerta y toca barrer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
1) El bueno y moralista de Ryan no duda en plantarse en Colombia para negociar con Escobedo, un trasunto de Pablo Escobar, al que le pide un intercambio para rescatar a lo que queda vivo del equipo de operaciones especiales. Los mismos a los que Escobedo casi ha exterminado hace unas horas. Para ello, le ofrece el nombre de un traidor próximo al narcotraficante, Cortez, que quiere liquidarlo para hacerse con el negocio. En otras palabras, que no duda en meterse en el mundo miserable de la política y los chanchullos, aun cuando eso suponga seguir inundando EE.UU. con cocaína. Porque, recuérdese que Cortez ofrecía a los EE.UU. reducir a la mitad la droga que entra en ese país a cambio de que los yanquis finiquitasen a Escobedo con su ayuda y le permitieran a él quedarse con el negocio.
Todo esto es blanqueado con un tiroteo que interrumpe la negociación, muriendo durante el mismo tanto Escobedo como sus secuaces presentes en la habitación. Cortez morirá minutos después. Así no queda testigo alguno de esa negociación incómoda. Pero, eso sí, luego Ryan va de moralista al final de la película, denunciando al presidente de los EE.UU. Y eso por no citar cómo Ryan comete un delito informático para hacerse con la información que le conviene. Ryan demuestra así tener una moral laxa, según le convenga a sus intereses. Si esto mismo lo hacen otros, es punible. Si lo hace él, es un acto de amor patrio.
2) El intento de hackeo soterrado de Ryan es asombrosamente ridículo, porque su víctima tarda lo suyo en darse cuenta de que la pantalla que tiene justo al lado está encendida y emitiendo ruidos sospechosos, pues Ryan se ha autenticado y está robándole información. Es como si la víctima fuera ciega y sorda.
Tampoco es de recibo que Cortez tenga acceso casi a la misma información de inteligencia que Ryan, de modo que ambos descubren a la par que el ataque en el que murieron varios narcotraficantes se hizo con un misil de celulosa.
Por otro lado, no queda claro qué cadena de sucesos llevó a que un agente de la CIA interceptase la conversación entre Cortez y Cutter en un hotel de Colombia, usando un micrófono láser. ¿Estaba allí por casualidad? ¿Quién le dijo que espiase a esos dos? ¿De dónde salió ese tipo?
Y qué decir de la petición de ayuda captada en una emisora de radio. ¿La descubren por azar la gente de la unidad destinada en Colombia o es que están todo el día rastreando las frecuencias? Además, ¿no decían que era una comunicación vía satélite, el cual ya no rebotaba la señal? ¿Por qué la captan con una simple emisora de radio?
En fin, saltos raros en la historia. En cualquier caso, Clancy siempre fue un paso por delante en asuntos tecnológicos, y se agradece que en el año 94 ya se hablara de hackear sistemas en una película de espías para el gran público; concepto éste poco extendido entre el común de los mortales. Para ser alguien de letras, Clancy estaba muy puesto en asuntos técnicos, como ya demostró en novelas anteriores, y como demostraría poco después con "Net force"; un trabajo adelantado a su época.
Todo esto es blanqueado con un tiroteo que interrumpe la negociación, muriendo durante el mismo tanto Escobedo como sus secuaces presentes en la habitación. Cortez morirá minutos después. Así no queda testigo alguno de esa negociación incómoda. Pero, eso sí, luego Ryan va de moralista al final de la película, denunciando al presidente de los EE.UU. Y eso por no citar cómo Ryan comete un delito informático para hacerse con la información que le conviene. Ryan demuestra así tener una moral laxa, según le convenga a sus intereses. Si esto mismo lo hacen otros, es punible. Si lo hace él, es un acto de amor patrio.
2) El intento de hackeo soterrado de Ryan es asombrosamente ridículo, porque su víctima tarda lo suyo en darse cuenta de que la pantalla que tiene justo al lado está encendida y emitiendo ruidos sospechosos, pues Ryan se ha autenticado y está robándole información. Es como si la víctima fuera ciega y sorda.
Tampoco es de recibo que Cortez tenga acceso casi a la misma información de inteligencia que Ryan, de modo que ambos descubren a la par que el ataque en el que murieron varios narcotraficantes se hizo con un misil de celulosa.
Por otro lado, no queda claro qué cadena de sucesos llevó a que un agente de la CIA interceptase la conversación entre Cortez y Cutter en un hotel de Colombia, usando un micrófono láser. ¿Estaba allí por casualidad? ¿Quién le dijo que espiase a esos dos? ¿De dónde salió ese tipo?
Y qué decir de la petición de ayuda captada en una emisora de radio. ¿La descubren por azar la gente de la unidad destinada en Colombia o es que están todo el día rastreando las frecuencias? Además, ¿no decían que era una comunicación vía satélite, el cual ya no rebotaba la señal? ¿Por qué la captan con una simple emisora de radio?
En fin, saltos raros en la historia. En cualquier caso, Clancy siempre fue un paso por delante en asuntos tecnológicos, y se agradece que en el año 94 ya se hablara de hackear sistemas en una película de espías para el gran público; concepto éste poco extendido entre el común de los mortales. Para ser alguien de letras, Clancy estaba muy puesto en asuntos técnicos, como ya demostró en novelas anteriores, y como demostraría poco después con "Net force"; un trabajo adelantado a su época.