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España España · . ¯\_(ツ)_/¯ .
Voto de Jose_Lopez_5:
3
Acción Barney Ross (Sylvester Stallone), Lee Christmas (Jason Statham), Yin Yang (Jet Li), Gunner Jensen (Dolph Lundgren), Toll Road (Randy Couture) y Hale Caesar (Terry Crews) y Billy (Liam Hemsworth), un nuevo colega, se vuelven a reunir cuando el señor Church (Bruce Willis) les encarga un trabajo aparentemente sencillo y muy lucrativo. Sin embargo, el plan se tuerce cuando un peligroso terrorista llamado Villain (Jean-Claude Van Damme) les ... [+]
27 de agosto de 2023
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En el 2010 andábamos muy perjudicados. La crisis del 2008, originada en EE.UU. gracias a las trapacerías de los directivos sin escrúpulos del mundo financiero, se había extendido por el globo gracias a las prácticas de muchos colegas en otros países, amén de a los políticos. La destrucción de empleo era bestial, los gobiernos mendigaban ingresos, la administración se tornó en el mayor moroso, y muchos que no eran funcionarios carecían de con qué pagar las hipotecas que habían firmado gracias, entre otros, al mercado inmobiliario y a aquel mantra codicioso que ya nadie tiene huevos de repetir: "La vivienda nunca baja". Vaya si bajó. Y con ella arrastró a los infiernos a pobres que se creían inversores.

Eran tiempos despiadados, en los que el Gobierno español falseaba las listas de desempleo vía cursos de formación (los inscritos automáticamente eran borrados como demandantes de empleo), a la vez que iniciaba una campaña de lavado de cerebro para que la turba se reciclara en "emprendedores". Nefasto término con el ocultar lo que siempre había sido un autónomo apaleado. Con ello perseguían que el poco dinero que la peña hubiera ahorrado se lo gastase en mover la economía y pagar impuestos. Arruinar al ingenuo para salvar la patria.

En ese contexto miserable, mirar el presente era descorazonador, hasta el punto de que había quienes recomendaban no ver informativos ni leer noticias, tal era el bajón que transmitían. Una continua crónica negra económica que, tras dos años, hundía al más optimista. Además, otear el futuro con ilusión se devenía en un ejercicio desmoralizador, dejando así el pasado como el único refugio emocional para los desamparados. Y justo ahí, en plena crisis golpeando el hígado, vino Stallone para enriquecerse a costa de los demás.

"Los mercenarios" (2010) fue el resultado de una jugada inteligente ideada por Sly años atrás. Tras una larga época de vacas flacas, Stallone había levantado cabeza en la vejez resucitando a Rocky y Rambo. Dos franquicias, muertas por sobreexplotación tiempo ha y que hasta entonces solo se citaban en pasado, que acabaron siendo un balón de oxígeno para el caballero. Por ello, y en plena racha de éxitos improbables, Sylvester se aprovechó de la indigencia emocional de las masas para venderles una película de acción saturada de nostalgia ochentera.

Con un argumento francamente estúpido que nunca le importó a nadie, y un némesis que nadie recuerda, Stallone se montó una película en donde acopió toda la carne pocha que Hollywood ya no quería. Actores de acción que, en su mayoría, habían dejado de gozar del beneplácito de las productoras, pues representaban un tipo de cine testosterónico que ya no movía molino.

Así, y reservándose el papel protagónico, la dirección y parte del guion, el agonías de Stallone congregó a todos los machacas carrozones que aceptaron ponerse bajo su mando (véase spoiler 1). Gente en su mayoría encasillada desde hacía tiempo en trabajos mediocres (o malos), bastantes de ellos olvidados por el público, y algunos tan añejos que podría hacerse caldo con sus huesos. Statham, Jet Li, Lundgren, Eric Roberts o Mickey Rourke fueron algunos de los que dieron un paso adelante. Otros, como Bruce Willis o Schwarzenegger, quizás desconfiando de la aventura de Sly, optaron por simples cameos.

Sylvester, más listo que el hambre, sabía también que tenía que jugárselo todo a una carta; la de las machadas y los excesos sazonados en nostalgia. Los mismos que flaquearon con la llegada de los 90. Pero debía ser cuidadoso. Si se excedía, corría el riesgo de caricaturizarse; si no apretaba lo suficiente, no tocaría fibra sensible... Y el muy cabrón supo dar con la nota correcta.

Efectivamente, "Los mercenarios" (2010) acabó triunfando. Sus $80 millones de presupuesto hicieron una taquilla mundial de más de $274 millones, demostrando así que muchos necesitaban escapar de la realidad ruin en la que vivían. Algo coherente con la teoría económica clásica, la cual dicta que, en tiempos de crisis, la turba gasta más en ocio evasivo. Una jugada tan inteligente que, en el momento de escribir estas líneas, ya está a punto de devenir en una cuarta entrega. Y hasta ahora ninguna ha palmado pasta.

Cualitativamente aquella primera película vale poco. Machos arrugados sobrados de adrenalina escupiendo frases socarronas mientras se sucedía el plomo, las explosiones y los muertos. Por no tener, ni siquiera tiene el estilo de algunos trabajos ochenteros, pues Stallone estaba más preocupado por que el dominó no parase. Eso sí, el hombre tuvo las suficientes luces de incrustar microdosis de humor entre tanto carnaval pirotécnico, facilitando así que los espectadores apagaran el cerebro y vibrasen como monos durante un orgasmo.

A día de hoy, "Los mercenarios" ha quedado reducido, no a un ejercicio de buen cine, porque eso es imposible salvo para las mentes que vuelan bajo el radar, sino a un brillantísimo ejemplo de reciclaje. Uno que, no solo supo recoger por cuatro duros todo lo que nadie quería, sino que lo rentabilizó para mayor gloria de su cuenta bancaria.

Toda esta turra viene a cuento porque esta entrega es la continuación de aquélla y, como tal, hereda casi los mismos defectos y virtudes. Las únicas diferencias, si cabe, son la salida de Stallone de la direccion, la pérdida de frescura, y la amplicación del plantel de tipos duros, caso de Liam Hemsworth, Chuck Norris y Van Damme. El segundo encarnando una jugada publicitaria brillante; el último en un papel simplón y esteorotipado; uno que el bruselense torpedeó aún más con su pobre interpretación.

En resumen, como película es aún peor que su antecesora, aunque es innegable la capacidad de estos tipos para sacarte de la realidad a golpe de bravuconadas, miradas pesadas y socarronería. Si está dispuesto a bajar sus estándares, o si bebe el suficiente alcohol, lo mismo hasta le gusta. Puestos a escoger, me quedaría con la primera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jose_Lopez_5
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