Para los que somos seguidores de Kevin Smith (yo desde que lo descubrí gracias a la divertidísima Mallrats no he dejado de ver ninguna de sus películas) este trabajo supone un cambio de rumbo tan estimulante como aterrador. Estimulante porque con él el director puede demostrar a sus detractores que no se ha encasillado, aterrador porque uno no sabe qué esperar de tan radical cambio.

Para comprender un poco mejor esta película no hace falta haberse visto las anteriores cintas del director, algo imprescindible si se quería disfrutar al máximo de la genial Jay y Bob el silencioso contraatacan (Jay and Silent Bob Strike Back), pero sí conocer a Fred Phelps, líder ultrareligioso famoso por interrumpir funerales de militares muertos en Iraq, por sus comentarios antisemitas y por su odio visceral hacia los homosexuales, ya que Michael Parks da vida a un personaje inspirado en tan repugnante ser.

Pero Smith, al igual que hiciera Tarantino (quien, por cierto, se ha declarado fan de este trabajo) en Malditos bastardos (Inglourious Basterds), sólo se inspira en sucesos y personajes reales para construir un thriller a medio camino entre la crítica social y el cine de acción. Es cierto que el montaje no es todo lo acertado que debiera (el primer discursito que se marca el personaje de Parks resulta un poco pesado, el nudo argumental se alarga en demasía…), pero son tantas las virtudes (la labor de los actores, lo mucho que ha mejorado Smith como director, las sorprendentes muertes de algunos personajes…), y tan grande la alegría que produce comprobar que el creador de Clerks es capaz de cambiar de registro, que casi hasta nos hacen olvidar los últimos traspiés del director.