Una película de esas que pese a que parecía tener potencial (y repartido conocido), no pasó por cines españoles y años después ha salido en el mercado doméstico. Nicole Kidman y Aaron Eckhart interpretan a un matrimonio marcado por el dolor de la pérdida reciente de su hijo en un accidente. Estamos básicamente ante una cinta pausada que intenta meternos en la piel de ambos como pareja y sobretodo como individualmente lidian con el luto y su forma de afrontarlo.

Aunque no es una película con giro final ni mucho menos, se rodea a sí misma de un halo de misterio que forma parte de la sobriedad general y el intento de que sientas lo que sienten los personajes. Ella prefiere olvidar, no tener recuerdos del niño por la casa, aunque paradójicamente hurgue en el pasado con encuentros furtivos; él por su parte quiere seguir adelante e incluso intentar tener otro hijo aunque a su vez intenta llevar con normalidad la pérdida y ver videos o hablar con naturalidad de alguien que fue parte de sus vidas y no quiere borrarlo de las mismas como si haciendo desaparecer cualquier rastro, se fuera a ir la herida. Aparte de entre ellos, también vemos como se relacionan con familiares y amigos, con una continua tensión en el ambiente que es una constante bomba de relojería al estar los nervios y emociones tan a flor de piel.

Los dos protagonistas están muy bien, aunque personalmente sea incapaz de normalizar los labios que se ha puesto Kidman y demás operaciones en su tez, que más allá de manías personales, creo que le restan expresividad. Los secundarios también rinden a buen nivel, gozando la cinta en general de un buen casting. Pese a la sensación de haberla visto antes o el aroma a telefilm, está bien realizada, resulta cercana y realista aunque personalmente no me haya marcado o emocionado especialmente ningún momento o escena. Por otro lado y en este sentido se agradece que no sea un melodrama lacrimógeno ni se regodee en ciertos aspectos en un tema que lo tenía como se suele decir, “a huevo”.

Nota: 6'5